BEN SUHAYD DE CORDOBA (992-1034)
Cuando, llena
de su embriaguez, se durmió, y se durmieron los ojos de la ronda.
Me acerqué a ella
tímidamente, como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.
Me arrastré hacia ella
insensiblemente como el sueño; me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.
Besé el blanco brillante de
su cuello; apuré el rojo vivo de su boca.
Y pasé con ella mi noche deliciosamente,
hasta que sonrieron las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora.
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