![]() |
Hannah Arendt (Alemania, 1906 - USA, 1975) |
Hannah Arendt
Poemas
(1923 - 1926)
Traducción: Alberto Ciria
[I]
No hay palabras que irrumpan en la oscuridad
ni dioses que alcen la mano.
Adonde quiera que mire…
tierra amontonándose.
No hay forma que se desprendan
ni sombras que se ciernan.
Y sigo oyendo todavía:
«Demasiado tarde, demasiado tarde».
[2]
Entono de copla popular
Cuando volvamos a vernos
florecerá la blanca lila
y yo te envolveré en almohadas
para alejar de ti las nostalgias.
Alegrémonos entonces
de que el vino seco
y los fragantes tilos
nos encuentren todavía juntos.
Pero cuando caigan las hojas,
entonces separémonos.
¿Exasperarse para qué?
Habrá que arrostrar ese sufrimiento.
[3]
Consuelo
Llegarán las horas
en que las viejas heridas,
esas que olvidamos hace tiempo,
amenazarán con consumirnos.
Llegarán los días
en que ninguna balanza
de la vida y los pesares
podrá inclinarse hacia uno u otro plato.
Transcurrirán las horas
y pasarán los días.
Pero una ganancia sí nos quedará:
la mera persistencia.
[4]
Sueño
Pies levitando con patético fulgor.
Yo misma,
también yo bailo
liberada de la gravedad
hacia la oscuridad y el vacío.
Espacios comprimidos y proscritos de tiempos
pasados,
lejanías recorridas,
soledades perdidas
comienzan a bailar, a bailar.
Yo misma
también yo bailo.
Con irónica temeridad
nada he olvidado:
conozco el vacío
y conozco la gravedad.
Con irónico fulgor
bailo y bailo.
[5]
Cansancio
Crepúsculo vespertino:
quedamente quejumbrosa
suena aún la llamada de los pájaros
que yo creé.
Grises paredes
se derrumban
mientras mis manos
se reencuentran.
Lo que llegué a amar
no puedo asirlo.
Lo que me rodea
no puedo dejarlo.
Todo se hunde.
El crepúsculo se cierne.
Nada puede someterme:
así viene a ser el curso de la vida.
[6]
Suburbano
Emergiendo de la oscuridad
y serpenteando hacia la claridad,
veloz y altanera,
esbelta y frenéticamente rebosante
de fuerzas humanas,
urdiendo atenta
caminos ya trazados,
por encima de las prisas
con olímpica indolencia,
veloz, esbelta y frenéticamente henchida
de unas fuerzas humanas
de las que se desentiende,
escurriéndose hacia la oscuridad,
sabedora de las cosas de arriba:
así vuela sinuosa
una bestia amarilla.
[7]
Despedida
Dejad que ahora os estreche la mano, días etéreos.
No huiréis de mí: no hay escapatoria
a lo vacío y atemporal.
Pero el signo más arcano de un viento ardiente
me rodea con su soplo: no quiero escabullirme
al vacío de tiempos de cohibición.
Ay, conocisteis la sonrisa con la que me
entregaba.
Sabíais cuántas cosas ocultaba yo en silencio
para yacer tendida en prados y hacerme vuestra.
Pero ahora la sangre, que nunca ha reprimido,
me llama para que acuda a barcos que jamás
mariné.
La muerte está en la vida. Lo sé, lo sé.
Por eso dejadme que os estreche la mano, días
etéreos.
No me perderéis. Como señal os dejo aquí
esta hoja y la llama.
[8]
Paso los días desorientada.
Pronuncio palabras sin peso.
Vivo en una oscuridad sin visión.
Carezco de timón en la vida.
Sobre mí se cierne monstruoso,
como un nuevo pájaro enorme y negro,
el rostro de la noche.
[9]
A…
Toma la pesada carga de mis deseos.
La vida es amplia y no tiene prisa.
Restan aún muchos países en el mundo
y abundantes noches al descampados.
¿Pues quién conoce la balanza
de la vida y los pesares?
Quizá en los días de senectud
todo esto se dirima.
[10]
A…
La dicha no es esto,
como se figuran
quienes mendigan y lloran
y acuden a los templos
para asistir desde el atrio a misa
y a una consagración que no comprenden,
mirándola con malos ojos, para luego darse la
vuelta
y lamentar una vida malograda.
¿Qué es la dicha para aquel
que está avenido consigo mismo,
cuyo pie solo huella
lo que está destinado para él,
para aquel que no conoce otra frontera ni otro
derecho que el conocerse,
ni otro signo que lo marque en su estirpe que el
nombrarse?
[11]
Crepúsculo
Crepúsculo que te hundes,
que aguardas, que haces señas:
Gris es la marea.
Crepúsculo que guardas silencio,
que sin hacer ruido declinas,
que exhortas y te lamentas,
que dices cosas silentes:
Gris es la marea.
Crepúsculo que consuelas,
que mitigas y sanas,
que señalas lo oscuro
y rondas lo nuevo:
Gris es la marea.
[12]
Ensimismamiento
Cuando contemplo mi mano
- una cosa ajena pero emparentada conmigo -
de pronto no estoy en ningún país,
no quedo sujeta a ningún aquí ni a ningún ahora,
ni quedo ligada a ningún qué.
Entonces me siento como si tuviera que
despreciar el mundo:
pues bien, por mí que transcurra el tiempo
con tal de que no sucedan más señales.
Contemplo mi mano,
que guarda un parentesco conmigo
inquietantemente cercano
siendo no obstante una cosa distinta.
¿Es más de lo que yo soy?
¿Tendrá un sentido superior?
[13]
Canción estival
Dejo que mis manos se deslicen
por la dorada plenitud del verano,
mientras mis miembros se estiran dolorosamente
hasta la oscura y pesada tierra.
Campos que declinan sonoros,
senderos que el bosque sepulta,
todo nos fuerza a guardar riguroso silencio:
que si sufrimos es porque amamos;
que la mano sacerdotal no marchite
el sacrificio ni la plenitud,
y que en medio de una noble y diáfana quietud
no se nos extinga la alegría,
pues las aguas se desbordan,
la fatiga quiere destruirnos
y nosotros nos dejamos la vida
cuando amamos, cuando vivimos.
[14]
¿Por qué me das la mano
con timidez y como a escondidas?
¿Tan lejano es el país del que vienes?
¿No conoces nuestro vino?
En tamaña soledad vives
que no conoces nuestra hermosísima fogosidad
cuando estamos uno en otro
con el corazón y con la sangre?
¿No conoces las alegrías diurnas
cuando uno va con el amado?
¿Ni conoces la despedida vespertina
cuando uno va aquejado de pesadumbre?
Vente conmigo y quiéreme,
no pienses en tus miedos.
¿Acaso no puedes sincerarte?
Ven y toma y da.
Vayamos luego por los campos dorados
- amapola y trébol silvestre - ,
y más tarde, en el ancho mundo,
nos llegará a doler
cuando sintamos que el recuerdo
sopla con fuerza en el viento,
cuando, estremeciéndose, suspire nuestra alma
con una ternura de ensueño.
[15]
Despedida
Tu nos provocas el duelo de que nada perdura
para nosotros
y nos brindas esperanza cuando tantas cosas se
apresuran,
eres para nosotros señal de alegría y dolores,
nos muestras los caminos y abres los corazones.
Tú ensamblas como jamás lo harían nuestras
manos.
Creemos en la fidelidad y sentimos el cambio.
No podemos decir hasta qué punto nos unimos.
Lo único que podemos hacer es llorar.
[16]
Finales de verano
El anochecer me ha arropado
tan suave como el terciopelo, tan pesaroso como
el sufrimiento.
Ya no recuerdo a qué sabe el amor,
ya no recuerdo la incandescencia de los campos,
y todo busca desvanecerse
para solo a mí darme reposo.
Pienso en él y le quiero,
pero el venir y el dar me resultan extraños,
como si vinieran de un país lejano,
y apenas sé qué es lo que me cautiva.
El anochecer me ha arropado
tan suave como el terciopelo, tan pesaroso como
el sufrimiento.
Y en ninguna para la indignación se serena
alcanzando a hacerse nueva alegría y nueva tristeza.
Y todo lo demás que antaño me llamaba,
y todo ayer, tan claro y tan profundo,
ya no puede subyugarme.
Conozco una aguas vastas y remotas,
conozco una flor que nadie nombra.
¿Qué habría de destruirme entonces?
El anochecer me ha arropado
tan suave como el terciopelo, tan pesaroso como
el sufrimiento.
[17]
Octubre. Por la mañana
Esta macilenta luz de otoño me hace sufrir
y, cuando enumero despacio mis mil dolores,
hace que mis ojos de abatida mirada se solacen
con todo aquello que veo y escojo en secreto.
Ay ¿quién podrá ponderar lo que no concibe?
¿Y quién querrá decir lo que solo se discierne
tardíamente?
Pues tan pronto como lo agarra con ambas
manos
deja de saber por qué lo sigue sufriendo.
[18]
Lamentación
Ay, los días transcurren disipándose sin
usar, como un juego.
Y las horas sucumben indefensas en el
calvario.
Y la marea de los tiempos
me atraviesa deslizándose quedamente.
Y aunque entono las viejas canciones
no sé más que al principio.
Y ni siquiera un niño puede recorrer más absorto
en sus ensueños
la senda trazada de antemano.
Y ni siquiera un anciano puede tener mayor
paciencia para saber
que la vida es larga.
Pero el sufrimiento, que rehúsa sosegar
los viejos sueños y la juvenil sabiduría,
no me deja renunciar
a la hermosa pureza de la dicha.
[19]
A los amigos
Desconfiad del quedo lamento
cuando la mirada del apátrida
os corteje con recato.
Sentid con qué orgullo el más puro decir
aún lo oculta todo.
Sentid el tiernísimo estremecimiento
del agradecimiento y la fidelidad.
Y sabed que el amor nunca dejará de dar
sobre una perpetua nieve nueva.
[20]
A la noche
Tú que consuelas, inclínate sobre mi corazón sin
hacer ruido.
Tú que callas, dispensa alivio a mis dolores.
Interpón tu sombra ante todo lo que es
demasiado claro
y tráeme el entumecimiento que me brinde una
huida de lo estridente.
Déjame tu silencio, esa liberación atemperante.
Déjame que oculte el mal en la oscuridad.
Y cuando la claridad me mortifique con nuevas
visiones
dame fuerzas para cumplir en todo momento con
mi deber.
[21]
Canción nocturna
Los días se limitan a ir pasando,
haciendo que transcurra nuestro tiempo.
La muda noche nos deparará
perpetuamente los mismos signos oscuros.
Siempre tiene la noche que decir lo mismo,
perseverando en la misma nota.
Incluso después de habernos atrevido a cosas
nuevas
lo único que ella seguirá mostrando de continuo
es lo que ya éramos.
La mañana tienta ruidosa e ignota
y rompiendo la oscura mirada muda
nos lleva de regreso, con sus mil congojas nuevas,
al colorido día.
Pero las sombras se quedarán
para cerrar con recato el día.
Es entonces cuando nos dejamos arrastrar
por rápidos ríos a lejanas costas.
Nuestra patria son las sombras,
y cuando desfallecemos profundamente
aguardamos un leve consuelo
en el oscuro regazo nocturno.
Teniendo esperanza podemos perdonar
todo horror y toda congoja.
Nuestros labios se vuelven más mudos…
irrumpe el día sin hacer ruido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario