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Pablo Neruda (Parral, 1904 - Santiago, 1973) |
CREPUSCULARIO
Poeta:
PABLO NERUDA
POEMAS
(1920-1923)
A Juan Gandulfo
Este libro de otro tiempo:
Pablo.
HELIOS
INICIAL
He
ido bajo Helios, que me mira sangrante
laborando
en silencio mis jardines ausentes.
Mi
voz será la misma del sembrador que cante
cuando
bote a los surcos siembras de pulpa ardiente.
Cierro,
cierro los labios, pero en rosas tremantes
se
desata mi voz, como el agua en la fuente.
Que
si no son pomposas, que si no son fragantes,
son
las primeras rosas —hermano caminante-
de
mi desconsolado jardín adolescente.
ESTA IGLESIA
NO TIENE
Esta
iglesia no tiene lampadarios votivos,
no
tiene candelabros, ni ceras amarillas,
no
necesita el alma de vitriales ojivos
para
besar las hostias y rezar de rodillas.
El
sermón sin inciensos es como una semilla
de
carne y luz que cae temblando al surco vivo:
El
Padre Nuestro, rezo de la vida sencilla,
tiene
un sabor de pan frutal y primitivo…
Tiene
un sabor de pan. Oloroso pan prieto
que
allá en la infancia blanca entregó su secreto
a
toda alma fragante que lo quiso escuchar. . .
Y
el Padre Nuestro en medio de la noche se pierde,
corre
desnudo sobre las heredades verdes
y
todo estremecido se sumerge en el mar. . .
PANTHEOS
Oh
pedazo, pedazo de miseria, en qué vida
tienes
tus manos albas y tu cabeza triste?
…
Y tanto andar, y tanto llorar las cosas idas
sin
saber qué dolores fueron los que tuviste.
Sin
saber qué pan blanco te nutrió, ni qué duna
te
envolvió con su arena, te fundió en su calor,
sin
saber si eres carne, si eres sol, si eres luna,
sin
saber si sufriste nuestro mismo dolor.
Si
estás en este árbol o si lloras conmigo,
qué
es lo que quieres, pedazo de miseria y amigo
de
la cansada carne que no quiere perderte?
Si
quieres no nos digas de qué racimo somos
no
nos digas el cuándo, no nos digas el cómo,
pero
dinos adonde nos llevará la muerte.. .
VIEJO
CIEGO LLORABAS
Viejo
ciego, llorabas cuando tu vida era
buena,
cuando tenías en sus ojos el sol,
pero
si ya el silencio llegó, qué es lo que esperas,
qué
es lo que esperas, ciego, qué esperas del dolor?
En
tu rincón semejas un niño que naciera
sin
pies para la tierra, sin ojos para el mar
y
que como las bestias entre la noche ciega
—sin
día y sin crepúsculo— se cansan de esperar.
Porque
si tú conoces el camino que lleva
en
dos o tres minutos hacia la vida nueva,
viejo
ciego, qué esperas, qué puedes esperar?
Y
si por la amargura más bruta del destino,
animal
viejo y ciego, no sabes el camino,
yo
que tengo dos ojos te lo puedo enseñar.
EL NUEVO
SONETO A HELENA
Cuando
estés vieja, niña (Ronsard ya te lo dijo),
te
acordarás de aquellos versos que yo decía.
Tendrás
los senos tristes de amamantar tus hijos,
los
últimos retoños de tu vida vacía...
Yo
estaré tan lejano que tus manos de cera
ararán
el recuerdo de mis ruinas desnudas,
comprenderás
que puede nevar en Primavera
y
que en la Primavera las nieves son más crudas.
Yo
estaré tan lejano que el amor y la pena
que
antes vacié en tu vida como un ánfora plena
estarán
condenados a morir en mis manos...
Y
será tarde porque se fue mi adolescencia,
tarde
porque las flores una vez dan esencia
y
porque aunque me llames yo estaré tan lejano.
SENSACIÓN
DE OLOR
Fragancia
de
lilas.. .
Claros
atardeceres de mi lejana infancia
que
fluyó como el cauce de unas aguas tranquilas.
Y
después un pañuelo temblando en la distancia.
Bajo
el cielo de seda la estrella que titila.
Nada
más. Pies cansados en las largas errancias
y
un dolor, un dolor que remuerde y se afila.
...Y
a lo lejos campanas, canciones, penas, ansias,
vírgenes
que tenían tan dulces las pupilas.
Fragancia
de
lilas. ..
IVRESSE
Hov
que danza en mi cuerpo la pasión de Paolo
y
ebrio de un sueño alegre mi corazón se agita,
hoy
que sé la alegría de ser libre y ser solo
como
el pistilo de una margarita infinita:
ah
mujer —carne y sueño— ven a encantarme un
poco,
ven
a vaciar tus copas de sol en mi camino:
que
en mi barco amarillo tiemblen tus senos locos
y
ebrios de juventud, que es el más bello vino.
Es
bello porque nosotros lo bebemos
en
estos temblorosos vasos de nuestro ser
que
nos niegan el goce para que lo gocemos.
Bebamos.
Nunca
dejemos de beber.
Nunca,
mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma,
suavices
la pisada que no te hará sufrir.
Sembremos
la llanura antes de arar la loma.
Vivir
será primero, después será morir.
Y
después que en la ruta se apaguen nuestras
huellas
y
en el azul paremos nuestras blancas escalas
—flechas
de oro que atajan en vano las estrellas—,
oh
Francesca, hacia dónde te llevarán mis alas!
MORENA, LA
BESADORA
Cabellera
rubia, suelta,
corriendo
como un estero,
cabellera.
Uñas
duras y doradas,
flores
curvas y sensuales,
uñas
duras y doradas.
Comba
del vientre, escondida,
y
abierta como una fruta
o
una herida.
Dulce
rodilla desnuda
apretada
en mis rodillas,
dulce
rodilla desnuda.
Enredadera
del pelo
entre
la oferta redonda
de
los senos.
Huella
que dura en el lecho,
huella
dormida en el alma,
palabras
locas.
Perdidas
palabras locas:
rematarán
mis canciones,
se
morirán nuestras bocas.
Morena,
la Besadora,
rosal
de todas las rosas
en
una hora.
Besadora,
dulce y rubia,
me
iré,
te
irás, Besadora.
Pero
aún tengo la aurora
enredada
en cada sien.
Bésame,
por eso, ahora,
bésame,
Besadora,
ahora
y en la hora
de
nuestra muerte.
Amén.
ORACIÓN
Carne
doliente y machacada,
raudal
de llanto sobre cada
noche
de jergón malsano:
en
esta hora yo quisiera
ver
encantarse mis quimeras
a
flor de labio, pecho y mano,
para
que desciendan ellas
—las
puras y únicas estrellas
de
los jardines de mi amor—
en
caravanas impolutas
sobre
las almas de las putas
de
estas ciudades del dolor.
Mal
del amor, sensual laceria:
campana
negra de miseria:
rosas
del lecho de arrabal,
abierto
al Mal como un camino
por
donde va el placer y el vino
desde
la gloria al hospital.
En
esta hora en que las lilas
sacuden
sus hojas tranquilas
para
botar el polvo impuro,
vuela
mi espíritu intocado,
traspasa
el huerto y el vallado,
abre
la puerta, salta el muro
y
va enredando en su camino
el
mal dolor, el agrio sino
y
desnudando la raigambre
de
las mujeres que lucharon
y
cayeron
y
pecaron
y
murieron
bajo
los látigos del hambre.
No
sólo es seda lo que escribo:
que
el verso mío sea vivo
como
recuerdo en tierra ajena
para
alumbrar la mala suerte
de
los que van hacia la muerte
como
la sangre por las venas.
De
los que van desde la vida
rotas
las manos doloridas
en
todas las zarzas ajenas:
de
los que en estas horas quietas
no
tienen madres ni poetas
para
la pena.
Porque
la frente en esta hora
se
dobla y la mirada llora
saltando
dolores y muros:
en
esta hora en que las lilas
sacuden
sus hojas tranquilas
para
botar el polvo impuro.
EL
ESTRIBILLO DEL TURCO
Flor
de pantano vertiente la roca:
tu
alma embellece lo que toca.
La
carne pasa, tu vida queda
toda
en mi verso de sangre o de seda.
Hay
que ser dulce sobre todas las cosas:
más
que un chacal vale una mariposa.
Eres
gusano que labra y opera:
para
ti crecen las verdes moreras.
Para
que tejas tu seda celeste
la
ciudad parece tranquila y agreste.
Gusano
que labras, de pronto eres viejo
el
dolor del mundo crispa tus artejos!
A
la muerte tu alma desnuda se asoma,
y
le brotan alas de águila y paloma!
Y
guarda la tierra tus vírgenes actas
hermano
gusano, tus sedas intactas.
Vive
en el alba y el crepúsculo, .
adora
el tigre y el corpúsculo,
comprende
la polea y el músculo!
Que
se te vaya la vida, hermano,
no
en lo divino sino en lo humano,
no
en las estrellas sino en tus manos.
Que
llegará la noche y luego
serás
de tierra, de viento o de fuego.
Por
eso deja que todas tus puertas
se
cimbren, a todos los vientos abiertas.
Y
de tu huerta al viajero convida:
dale
al viajero la flor de tu vida!
Y
no seas duro, ni parco, ni terco,
sé
una frutaleda sin garfios ni cercos!
Dulces
hay que ser y darse a todos,
para
vivir no hay otro modo
de
ser dulces. Darse a las gentes
como
a la tierra las vertientes.
Y
no temer. Y no pensar.
Dar
para
volver a dar.
Que
quien se da no se termina
porque
hay en él pulpa divina.
Cómo
se dan sin terminarse, hermano mío,
al
mar las aguas de los ríos!
Que
mi canto en tu vida dore lo que deseas.
Tu
buena voluntad torne en luz lo que miras.
Que
tu vida así sea.
—Mentira,
mentira, mentira!
EL CASTILLO
MALDITO
Mientras
camino la acera va golpeándome los pies,
el
fulgor de las estrellas me va rompiendo los ojos.
Se
me cae un pensamiento como se cae una mies
del
carro que tambaleando raya los pardos rastrojos.
Oh
pensamientos perdidos que nunca nadie recoge,
si
la palabra se dice, la sensación queda adentro:
espiga
sin madurar, Satanás le encuentre troje
que
yo con los ojos rotos no le busco ni le
encuentro!
Que
yo con los ojos rotos sigo una ruta sin fin...
Por
qué de los pensamientos, por qué de la vida
en
vano?
Como
se muere la música si se deshace el violín,
no
moveré mi canción cuando no mueva mis manos.
Alto
de mi corazón en la explanada desierta
donde
estoy crucificado como el dolor en un verso.
Mi
vida es un gran castillo sin ventanas y sin
puertas
y
para que tú no llegues por esta senda,
la tuerzo.
FAREWELL, Y LOS SOLLOZOS
FAREWELL
1
Desde
el fondo de ti, y arrodillado,
un
niño triste, como yo, nos mira.
Por
esa vida que arderá en sus venas
tendrían
que amarrarse nuestras vidas.
Por
esas manos, hijas de tus manos,
tendrían
que matar las manos mías.
Por
sus ojos abiertos en la tierra
veré
en los tuyos lágrimas un día.
2
Yo
no lo quiero, Amada.
Para
que nada nos amarre
que
no nos una nada.
Ni
la palabra que aromó tu boca,
ni
lo que no dijeron las palabras.
Ni
la fiesta de amor que no tuvimos,
ni
tus sollozos junto a la ventana.
3
(Amo
el amor de los marineros
que
besan y se van.
Dejan
una promesa.
No
vuelven nunca más.
En
cada puerto una mujer espera:
los
marineros besan y se van.
Una
noche se acuestan con la muerte
en
el lecho del mar.
4
Amo
el amor que se reparte
en
besos, lecho y pan.
Amor
que puede ser eterno
y
puede ser fugaz.
Amor
que quiere libertarse
para
volver a amar.
Amor
divinizado que se acerca.
Amor
divinizado que se va.)
5
Ya
no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya
no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero
hacia donde vaya llevaré tu mirada
y
hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui
tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un
recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui
tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del
que corte en tu huerto lo que he sembrado yo
Yo
me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste
Vengo
desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
.
. . .Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y
yo le digo adiós.
EL PADRE
Tierra
de sembradura inculta y brava,
tierra
en que no hay esteros ni caminos,
mi
vida bajo el Sol tiembla y se alarga.
Padre,
tus ojos dulces nada pueden,
como
nada pudieron las estrellas
que
me abrasan los ojos y las sienes.
El
mal de amor me encegueció la vista
y
en la fontana dulce de mi sueño
se
reflejó otra fuente estremecida.
Después...
Pregunta a Dios por qué me dieron
lo
que me dieron y por qué después
supe
una soledad de tierra y cielo.
Mira,
mi juventud fue un brote puro
que
se quedó sin estallar y pierde
su
dulzura de sangres y de jugos.
El
sol que cae y cae eternamente
se
cansó de besarla... Y el otoño.
Padre,
tus ojos dulces nada pueden.
Escucharé
en la noche tus palabras.
... niño, mi niño. ..
Y en la
noche inmensa
seguiré
con mis llagas y tus llagas.
EL CIEGO DE LA PANDERETA
Ciego,
siempre será tu ayer mañana?
Siempre
estará tu pandereta pobre
estremeciendo
tus manos crispadas?
Yo
voy pasando y veo tu silueta
y
me parece que es tu corazón
el
que se cimbra con tu pandereta.
Yo
pasé ayer y supe tu dolor:
dolor
que siendo yo quien lo ha sabido
es
mucho mayor.
No
volveré por no volverte a ver,
pero
mañana tu silueta negra
estará
como ayer:
la
mano que recibe
los
ojos que no ven,
la
cara parda, lastimosa y triste,
golpeando
en cada salto la pared.
Ciego
—ya voy pasando y ya te miro—
y
de rabia y dolor —qué sé yo qué!
algo
me aprieta el corazón
el
corazón y la sien.
Por
tus ojos que nunca te han mirado
cambiara
yo los míos que te ven!
AMOR
Mujer,
yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la
leche de los senos como de un manantial,
por
mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en
la risa de oro y la voz de cristal.
Por
sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y
adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque
tu ser pasara sin pena al lado mío
y
saliera en la estrofa —limpio de todo mal—.
Cómo
sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte,
amarte como nadie supo jamás.
Morir
y todavía
amarte
más.
Y
todavía
amarte
más
y más.
BARRIO SIN LUZ
Se
va la poesía de las cosas
o
no la puede condensar mi vida?
Ayer
—mirando el último crepúsculo—
yo
era un manchón de musgo entre unas ruinas.
Las
ciudades —hollines y venganzas—,
la
cochinada gris de los suburbios,
la
oficina que encorva las espaldas,
el
jefe de ojos turbios.
Sangre
de un arrebol sobre los cerros,
sangre
sobre las calles y las plazas,
dolor
de corazones rotos,
podre
de hastíos y de lágrimas.
Un
río abraza el arrabal como una
mano
helada que tienta en las tinieblas:
sobre
sus aguas
se
avergüenzan de verse las estrellas.
Y
las casas que esconden los deseos
detrás
de las ventanas luminosas,
mientras
afuera el viento
lleva
un poco de barro a cada rosa.
Lejos...
la bruma de las olvidanzas
—humos
espesos, tajamares rotos—
y
el campo ¡el campo verde! en que jadean
los
bueyes y los hombres sudorosos.
Y
aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo
solo todas las tristezas,
como
si el llanto fuera una semilla
y
yo el único surco de la tierra.
PUENTES
Puentes:
arcos de acero azul adonde vienen
a
dar su despedida los que pasan,
—por
arriba los trenes,
por
abajo las aguas—,
enfermo
de seguir un largo viaje
que
principia, que sigue y nunca acaba.
Cielos
—arriba— cielos,
y
pájaros que pasan
sin
detenerse, caminando como
los
trenes y las aguas.
Qué
maldición cayó sobre vosotros?
Qué
esperáis en la noche densa y larga
con
los brazos abiertos como un niño
que
muere a la llegada de su hermana?
Qué
voz de maldición pasiva y negra
sobre
vosotros extendió sus alas,
para
hacer que siguieran
el
viaje que no acaba
los
paisajes, la vida, el sol, la tierra,
los
trenes y las aguas,
mientras
la angustia inmóvil del acero
se
hunde más en la tierra y más la clava?
MAESTRANZAS DE NOCHE
Fierro
negro que duerme, fierro negro que
gime
por
cada poro un grito de desconsolación.
Las
cenizas ardidas sobre la tierra triste,
los
caldos en que el bronce derritió su dolor.
Aves
de qué lejano país desventurado
graznaron
en la noche dolorosa y sin fin?
Y
el grito se me crispa como un nervio
enroscado
o
como la cuerda rota de un violín.
Cada
máquina tiene una pupila abierta
para
mirarme a mí.
En
las paredes cuelgan las interrogaciones,
florece
en las bigornias el alma de los bronces
y
hay un temblor de pasos en los cuartos
desiertos.
Y
entre la noche negra —desesperadas— corren
y
sollozan las almas de los obreros muertos.
AROMOS RUBIOS EN LOS CAMPOS DE LONCOCHE
La
pata gris del Malo pisó estas pardas tierras,
hirió
estos dulces surcos, movió estos curvos montes.
Rasguñó
las llanuras guardadas por la hilera
rural
de las derechas alamedas bifrontes.
El
terraplén yacente removió su cansancio,
se
abrió como una mano desesperada el cerro,
en
cabalgatas ebrias galopaban las nubes
arrancando
de Dios, de la tierra y del cielo.
El
agua entró en la tierra mientras la tierra huía
abiertas
las entrañas y anegada la frente:
hacia
los cuatro vientos, en las tardes malditas,
rodaban
—ululando como tigres— los trenes.
Yo
soy una palabra de este paisaje muerto,
yo
soy el corazón de este cielo vacío:
cuando
voy por los campos, con el alma en el viento,
mis
venas continúan el rumor de los ríos.
A
dónde vas ahora? —Sobre el cielo la greda
del
crepúsculo, para los dedos de la noche.
No
alumbrarán estrellas... A mis ojos se enredan
aromos
rubios en los campos de Loncoche.
GRITA
Amor,
llegado que hayas a mi fuente lejana,
cuida
de no morderme con tu voz de ilusión:
que
mi dolor obscuro no se muera en tus alas,
que
en tu garganta de oro no se ahogue mi voz.
Amor —llegado que hayas
a mi fuente lejana,
sé turbión que desuella
sé rompiente que clava.
Amor, deshace el ritmo
de mis aguas tranquilas:
sabe
ser el dolor que retiembla y que sufre,
sábeme
ser la angustia que se retuerce y grita.
No me des el olvido.
No me des la ilusión.
Porque
todas las hojas que a la tierra han caído
me
tienen amarillo de oro el corazón.
Amor —llegado que hayas
a mi fuente lejana,
tuérceme las vertientes,
críspame las entrañas.
Y
así una tarde —Amor de manos crueles—
arrodillado,
te daré las gracias.
LOS JUGADORES
Juegan,
juegan.
Agachados,
arrugados, decrépitos.
Este
hombre torvo
junto
a los mares de su patria, más lejana que
el sol
cantó
bellas canciones.
Canción
de la belleza de la tierra,
canción
de la belleza de la Amada,
canción,
canción
que
no precisa fin.
Este
otro de la mano en la frente,
pálido
como la última hoja de un árbol,
debe
tener hijas rubias
de
carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan,
juegan.
Los
miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y
mirando estos hombre sé que la vida es triste.
LOS CREPÚSCULOS DE MARURI
LA TARDE SOBRE LOS TEJADOS
(Lentísimo)
La
tarde sobre los tejados
cae
y
cae...
Quién
le dio para que viniera
alas
de ave?
Y
este silencio, que lo llena
todo,
desde
qué país de astros
se vino solo?
Y
por qué esta bruma
—plúmula trémula—
beso
de lluvia
—sensitiva-
cayó
en silencio —y para siempre—
sobre mi vida?
SI DIOS ESTÁ EN MI VERSO
Perro
mío,
si
Dios está en mi verso,
Dios
soy yo.
Si
Dios está en tus ojos doloridos
tú
eres Dios.
Y
en este mundo inmenso nadie existe
que
se arrodille ante nosotros dos!
AMIGO
1
Amigo,
llévate lo que tú quieras,
penetra
tu mirada en los rincones,
y
si así lo deseas, yo te doy mi alma entera,
con
sus blancas avenidas y sus canciones.
2
Amigo
—con la tarde haz que se vaya
este
inútil y viejo deseo de vencer.
Bebe
en mi cántaro si tienes sed.
Amigo
—con la tarde haz que se vaya
este
deseo mío de que todo rosal
me
pertenezca.
Amigo
si
tienes hambre come de mi pan.
3
Todo,
amigo, lo he hecho para ti. Todo esto
que
sin mirar verás en mi estancia desnuda:
todo
esto que se eleva por los muros derechos
—como
mi corazón— siempre buscando altura.
Te
sonríes —amigo. Qué importa! Nadie sabe
entregar
en las manos lo que se esconde adentro,
pero
yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves,
y
todo te lo doy... Menos aquel recuerdo...
...Que
en mi heredad vacía aquel amor perdido
es
una rosa blanca que se abre en silencio...
MARIPOSA DE OTOÑO
La
mariposa volotea
y
arde —con él sol— a veces.
Mancha
volante y llamarada,
ahora
se queda parada
sobre
una hoja que la mece.
Me
decían: —No tienes nada.
No
estás enfermo. Te parece.
Yo
tampoco decía nada.
Y
pasó el tiempo de las mieses.
Hoy
una mano de congoja
llena
de Otoño el horizonte.
Y
hasta de mi alma caen hojas.
Me
decían: —No tienes nada.
No
estás enfermo. Te parece.
Era
la hora de las espigas.
El
sol, ahora,
convalece.
Todo
se va en la vida, amigos.
Se
va o perece.
Se
va la mano que te induce.
Se
va o perece.
Se
va la rosa que desates.
También
la boca que te bese.
El
agua, la sombra y el vaso.
Se
va o perece.
Pasó
la hora de las espigas.
El
sol, ahora, convalece.
Su
lengua tibia me rodea.
También
me dice: —Te parece.
La
mariposa volotea,
revolotea,
y
desaparece.
DAME LA MAGA FIESTA
Dios
—de dónde sacaste para encender el cielo
este
maravilloso crepúsculo de cobre?
Por
él supe llenarme de alegría, de nuevo,
y
la mala mirada supe tornarla noble.
Entre
las llamaradas amarillas y verdes
se
alumbró el lampadario de un sol desconocido
que
rajó las azules llanuras del Oeste
y
volcó en las montañas sus fuentes y sus ríos.
Dame
la maga fiesta. Dios, déjala en mi vida,
dame
los fuegos tuyos para alumbrar la tierra,
deja
en mi corazón tu lámpara encendida
y
yo seré el aceite de su lumbre suprema.
Y
me iré por los campos en la noche estrellada
con
los brazos abiertos y la frente desnuda,
cantando
aires ingenuos con las mismas palabras
que
en la noche se dicen los campos y la luna.
ME PEINA EL VIENTO LOS CABELLOS
Me
peina el viento los cabellos
como
una mano maternal:
abre
la puerta del recuerdo
y
el pensamiento se me va.
Son
otras voces las que llevo
es
de otros labios mi cantar:
hasta
mi gruta de recuerdos
tiene
una extraña claridad!
Frutos
de tierras extranjeras,
olas
azules de otro mar,
amores
de otros hombres, penas
que
no me atrevo a recordar.
Y
el viento, el viento que me peina
como
una mano maternal!
Mi
verdad se pierde en la noche:
no
tengo noche ni verdad!
Tendido
en medio del camino
deben
pisarme para andar.
Pasan
por mí sus corazones
Ebrios
de vino y de soñar.
Yo
soy un puente inmóvil entre
tu
corazón y la eternidad.
Si
me muriera de repente
no
dejaría de cantar!
SAUDADE
Saudade
—Que será?... yo no sé. . . lo he buscado,
en
unos diccionarios empolvados y antiguos
y
en otros libros que no me han dado el significado
de
esta dulce palabra de perfiles ambiguos.
Dicen
que azules son las montañas como ella,
que
en ella se obscurecen los amores lejanos,
y
un noble y buen amigo mío (y de las estrellas)
la
nombra en un temblor de trenzas y de manos.
Y
hoy en Eca de Queiroz sin mirar la adivino,
su
secreto se evade, su dulzura me obsede
como
una mariposa de cuerpo extraño y fino
siempre
lejos —tan lejos!— de mis tranquilas redes.
Saudade.
.. Oiga vecino, sabe el significado
de
esta palabra blanca que como un pez se evade?
No...
Y me tiembla en la boca tu temblor delicado...
Saudade..
.
NO LO HABÍA MIRADO
No
lo había mirado y nuestros pasos,
sonaban
juntos.
Nunca
escuché su voz y mi voz iba
llenando
el mundo.
Y
hubo un día de sol y mi alegría
en
mí no cupo.
Sentí
la angustia de cargar la nueva
soledad
del crepúsculo.
Lo
sentí junto a mí, brazos ardiendo,
limpio,
sangrante, puro.
Y
mi dolor, bajo la noche negra
entró
en su corazón.
Y
vamos juntos.
MI ALMA
Mi
alma es un carrousel vacío en el crepúsculo..
AQUÍ ESTOY CON MI POBRE CUERPO
Aquí
estoy con mi pobre cuerpo frente al crepúsculo
que
entinta de oros rojos el cielo de la tarde:
mientras
entre la niebla los árboles obscuros
se
libertan y salen a danzar por las calles.
Yo
no sé por qué estoy aquí, ni cuándo vine
ni
por qué la luz roja del Sol lo llena todo;
me
basta con sentir frente a mi cuerpo triste
la
inmensidad de un cielo de luz teñido de oro,
la
inmensa rojedad de un Sol que ya no existe,
el
inmenso cadáver de una tierra ya muerta,
y
frente a las astrales luminarias que tiñen el cielo,
la
inmensidad de mi alma bajo la tarde inmensa.
HOY, QUE ES EL CUMPLEAÑOS DE MI HERMANA
Hoy,
que es el cumpleaños de mi hermana, no tengo
nada
que darle, nada. No tengo nada, hermana.
Todo
lo que poseo siempre lo llevo lejos.
A
veces hasta mi alma me parece lejana.
Pobre
como una hoja amarilla de otoño
y
cantor como un hilo de agua sobre una huerta:
los
dolores, tú sabes cómo me caen todos
como
al camino caen todas las hojas muertas.
Mis
alegrías nunca las sabrás, hermanita
y
mi dolor es ése, no te las puedo dar:
vinieron
como pájaros a posarse en mi vida,
una
palabra dura las haría volar.
Pienso
que también ellas me dejarán un día,
que
me quedaré solo, como nunca lo estuve.
Tú
lo sabes, hermana, la soledad me lleva
hacia
el fin de la tierra como el viento a las nubes!
Pero
para qué es esto de pensamientos tristes!
A
ti menos que a nadie debe afligir mi voz!
Después
de todo nada de esto que digo existe.
No
vayas a contárselo a mi madre, por Dios!
Uno
no sabe cómo va hilvanando mentiras,
y
uno dice por ellas, y ellas hablan por uno.
Piensa
que tengo el alma toda llena de risas,
y
no te engañarás, hermana, te lo juro.
MUJER, NADA ME HAS DADO
Nada
me has dado y para ti mi vida
deshoja
su rosal de desconsuelo,
porque
ves estas cosas que yo miro,
las
mismas tierras y los mismos cielos,
porque
la red de nervios y de venas
que
sostiene tu ser y tu belleza
se
debe estremecer al beso puro
del
sol, del mismo sol que a mí me besa.
Mujer,
nada me has dado y sin embargo
a
través de tu ser siento las cosas:
estoy
alegre de mirar la tierra
en
que tu corazón tiembla y reposa.
Me
limitan en vano mis sentidos
—dulces
flores que se abren en el viento-
porqué
adivino el pájaro que pasa
y
que mojó de azul tu sentimiento.
Y
sin embargo no me has dado nada,
no
se florecen para mí tus años,
la
cascada de cobre de tu risa
no
apagará la sed de mis rebaños:
Hostia
que no probó tu boca fina,
amador
del amado que te llame,
saldré
al camino con mi amor al brazo
como
un vaso de miel para el que ames.
Ya
ves, noche estrellada, canto y copa
en
que bebes el agua que yo bebo,
vivo
en tu vida, vives en mi vida,
nada
me has dado y todo te lo debo.
TENGO MIEDO
Tengo
miedo. La tarde es gris y la tristeza
del
cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene
mi corazón un llanto de princesa
olvidada
en el fondo de un palacio desierto.
Tengo
miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que
reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En
mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así
como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin
embargo en mis ojos una pregunta existe
y
hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No
hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada
en medio de la tierra infinita!
Se
muere el universo de una calma agonía
sin
la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza
Saturno como una pena mía,
la
Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y
por la vastedad del vacío van ciegas
las
nubes de la tarde, como barcas perdidas
que
escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y
la muerte del mundo cae sobre mi vida.
VENTANA AL CAMINO
CAMPESINA
Entre
los surcos tu cuerpo moreno
en
un racimo que a la tierra llega.
Torna
los ojos, mírate los senos,
son
dos semillas acidas y ciegas.
Tu
carne es tierra que será madura
cuando
el otoño te tienda las manos,
el
surco que será tu sepultura
temblará,
temblará, como un humano
al
recibir tus carnes y tus huesos,
—rosas
de pulpa con rosas de cal:
rosas
que en el primero de los besos
vibraron
como un vaso de cristal—.
La
palabra de qué concepto pleno
será
tu cuerpo? No lo he de saber!
Toma
los ojos, mírate los senos,
tal
vez no alcanzarás a florecer.
AGUA DORMIDA
Quiero
saltar al agua para caer al cielo.
SINFONÍA DE LA TRILLA
Sacude
las épicas eras
un
loco viento festival.
Ah
yeguayeguaa!.. .
Como
un botón en Primavera
se
abre un relincho de cristal.
Revienta
la espiga gallarda
bajo
las patas vigorosas.
Ah yeguayeguaa!.
. .
Por
aumentar la zalagarda
trillarían
las mariposas!
Maduros
trigos amarillos,
campos
expertos en donar.
Ah
yeguayeguaa!...
Hambres
de corazón sencillo.
Que
más podemos esperar?
Este
es el fruto de tu ciencia
varón
de la mano callosa.
Ah
yeguayeguaa!...
Sólo
por falta de paciencia
las
copihueras no dan rosas!
Sol
que cayó a racimos sobre el llano,
ámbar
del Sol, quiero adorarte en todo:
en
el oro del trigo y de las manos
que
lo hicieran gavillas y recodos.
Ámbar
del Sol, quiero divinizarte
en
la flor, en el grano y en el vino.
Amor
sólo me alcanza para amarte:
para
divinizarte, hazme divino!
Que
la tierra florezca en mis acciones
como
en el jugo de oro de las viñas,
que
perfume el dolor de mis canciones
como
un fruto olvidado en la campiña.
Que
trascienda mi carne a sembradura
ávida
de brotar por todas partes,
que
mis arterias lleven agua pura,
¡agua
que canta cuando se reparte!
Yo
quiero estar desnudo en las gavillas,
pisado
por los cascos enemigos,
yo
quiero abrirme y entregar semillas
de
pan: yo quiero ser de tierra y trigo
Yo
di licores rojos y dolientes
cuando
trilló el Amor mis avenidas:
ahora
daré licores de vertiente
y
aromaré los valles con mi herida.
Campo,
dame tus aguas y tus rocas,
entiérrame
en tus surcos, o recoge
mi
vida en las canciones de tu boca
como
un grano de trigo de tus trojes. .
Dulcifica
mis labios con tus mielo
campo
de los recónditos panales!
Perfúmame
a manzanas y laureles,
desgráname
en los últimos trigales. ..
Lléname
el corazón de cascabeles,
campo
de los lebreles pastorales!
Rechinan
por las carreteras
los
carros de vientre fecundos.
Ah yeguayeguaa!
La
llamarada de las eras
es
la cabellera del mundo!
Va
un grito de bronce removiendo
las
bestias que trillan sin tregua
en
un remolino tremendo.. .
Ah yeguayeguaa!.
.
PLAYA DEL SUR
La
dentellada del mar muerde
la
abierta pulpa de la costa
donde
se estrella el agua verde
contra
la tierra silenciosa.
Parado
cielo y lejanía.
El
horizonte, como un brazo,
rodea
la fruta encendida
del
sol cayendo en el ocaso.
Frente
a la furia del mar son
inútiles
todos los sueños.
Para
qué decir la canción
de
un corazón que es tan pequeño?
Sin
embargo es tan vasto el cielo
y
rueda el tiempo, sin embargo.
Tenderse
y dejarse llevar
por
este viento azul y amargo!. . .
Desgranado
viento del mar,
sigue
besándome la cara.
Arrástrame,
viento del mar,
adonde
nadie me esperara!
A
la tierra más pobre y dura
llévame,
viento, entre tus alas,
así
como llevas a veces
las
semillas de las hierbas malas.
Ellas
quieren rincones húmedos,
surcos
abiertos, ellas quieren
crecer
como todas las hierbas:
yo
sólo quiero que me lleves!
Allá
estaré como aquí estoy:
adonde
vaya estaré siempre
con
el deseo de partir
y
con la mano en la frente. . .
Esa
es la pequeña canción,
arrullada
en un vasto sueño.
¿Para
qué decir la canción
si
el corazón es tan pequeño?
Pequeño
frente al horizonte
y
frente al mar enloquecido.
Si
Dios gimiera en esta playa
nadie
oiría sus gemidos!
A
mordiscos de sal y espuma
borra
el mar mis últimos pasos.
La
marea desata ahora
su
cinturón, en el ocaso.
Y
una bandada raya el cielo
como
una nube de flechazos.
MANCHA EN TIERRAS DE COLOR
Patio
de esta tierra, luminoso patio
tendido
a la orilla del río y del mar.
Inclinado
sobre la boca del pozo
del
fondo del pozo me veo brotar
como
en una instantánea de sesenta cobres
distante
y movida. Fotógrafo pobre,
el
agua retrata mi camisa suelta
y
mi pelo de hebras negras y revueltas.
Un
alado piño de pájaros sube
como
una escalera de seda, una nube.
Y,
asomando detrás de la cerca sencilla,
cabeza
amarilla, como maravilla,
como
el corazón de la siesta en la trilla
rubia
como el alma de las manzanillas,
veo
a veces, gloria del paisaje seco,
la
cabeza rubia de Laura Pacheco.
POEMA EN DIEZ VERSOS
Era
mi corazón un ala viva y turbia
y
pavorosa ala de anhelo.
Era
Primavera sobre los campos verdes.
Azul
era la altura y era esmeralda el suelo.
Ella
—la que me amaba— se murió en Primavera.
Recuerdo
aún sus ojos de paloma en desvelo.
Ella
—la que me amaba— cerró los ojos. Tarde.
Tarde
de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella
—la que me amaba— se murió en Primavera.
Y
se llevó la Primavera al cielo.
EL PUEBLO
La
sombra de este monte protector y propicio,
como
una manta indiana fresca y rural me cubre:
bebo
el azul del cielo por mis ojos sin vicio
como
un ternero mama la leche de las ubres.
Al
pie de la colina se extiende el pueblo y siento,
sin
quererlo, el rodar de los tranways urbanos:
una
iglesia se eleva para clavar el viento,
pero
el muy vagabundo se le va de las manos.
Pueblo
eres triste y gris. Tienes las calles largas,
y
un olor de almacén por tus calles pasea.
El
agua de tus pozos la encuentro más amarga.
Las
almas de tus hombres me parecen más feas.
No
saben la belleza de un surtidor que canta,
ni
del que la trasvasa floreciendo un concepto.
Sin
detenerse, como el agua en la garganta,
desde
sus corazones se va el verso perfecto.
El
pueblo es gris y triste. Si estoy ausente pienso
que
la ausencia parece que lo acercara a mí.
Regreso,
y hasta el cielo tiene un bostezo inmenso.
Y
crece en mi alma un odio, como el de antes,
intenso.
Pero
ella vive aquí.
pelleas y melisanda
MELISANDA
Su
cuerpo es una hostia tina, mínima y leve.
Tiene
azules los ojos y las manos de nieve.
En
el parque los árboles parecen congelados,
los
pájaros en ellos se detienen cansados.
Sus
trenzas rubias tocan el agua dulcemente
como
dos brazos de oro brotados de la fuente.
Zumba
el vuelo perdido de las lechuzas ciegas.
Melisanda
se pone de rodillas —y ruega.
Los
árboles se inclinan hasta tocar su frente.
Los
pájaros se alejan "en la tarde doliente.
Melisanda,
la dulce, llora junto a la fuente
EL ENCANTAMIENTO
Melisanda,
la dulce, se ha extraviado de ruta:
Pelleas,
lirio azul de un jardín imperial,
se
la lleva en los brazos, como un cesto de fruta.
EL COLOQUIO MARAVILLADO
Pelleas.
Iba
yo por la senda, tú venías por ella,
mi
amor cayó en tus brazos, tu amor tembló en los
míos.
Desde
entonces mi cielo de noche tuvo estrellas
y
para recogerlas se hizo tu vida un río.
Para
ti cada roca que tocarán mis manos
ha
de ser manantial, aroma, fruta y flor.
Melisanda.
Para
ti cada espiga debe apretar su grano
y
en cada espiga debe desgranarse mi amor.
Pelleas.
Me
impedirás, en cambio, que yo mire la senda
cuando
llegue la muerte para dejarla trunca.
Melisanda.
Te
cubrirán mis ojos como una doble venda.
Pelleas.
Me
hablarás de un camino que no termine nunca.
La
música que escondo para encantarte huye
lejos
de la canción que borbota y resalta:
como
una vía láctea desdé mi pecho fluye.
Melisanda.
En
tus brazos se enredan las estrellas más altas.
Tengo
miedo. Perdóname no haber llegado antes.
Pelleas.
Una
sonrisa tuya borra todo un pasado:
guarden
tus labios dulces lo que ya está distante.
Melisanda.
En
un beso sabrás todo lo que he callado.
Pelleas.
Tal
vez no sepa entonces conocer tu caricia,
porque
en las venas mías tu ser se habrá fundido.
Melisanda.
Cuando
yo muerda un fruto tú sabrás su delicia.
Pelleas.
Cuando
cierres los ojos me quedaré dormido.
LA CABELLERA
Pesada,
espesa y rumorosa,
en
la ventana del castillo
la
cabellera de la Amada
es
un lampadario amarillo.
—Tus
manos blancas en mi boca.
—Mi
frente en tu frente lunada.
Pelleas,
ebrio, tambalea
bajo
la selva perfumada.
—Melisanda,
un lebrel aulla
por
los caminos de la aldea.
—Siempre
que aullan los lebreles
me
muero de espanto, Pelleas.
—Melisanda,
un corcel galopa
cerca
del bosque de laureles.
—Tiemblo,
Pelleas, en la noche
cuando
galopan los corceles.
—Pelleas,
alguien me ha tocado
la
sien con una mano fina.
—Sería
un beso de tu amado
o
el ala de una golondrina.
En
la ventana del castillo
es
un lampadario amarillo
la
milagrosa cabellera.
Ebrio,
Pelleas enloquece:
su
corazón también quisiera
ser
una boca que la bese.
LA MUERTE DE MELISANDA
A
la sombra de los laureles
Melisanda
se está muriendo.
Se
morirá su cuerpo leve.
Enterrarán
su dulce cuerpo.
Juntarán
sus manos de nieve.
Dejarán
sus ojos abiertos
para
que alumbren a Pelleas
hasta
después que se haya muerto.
A
la sombra de los laureles
Melisanda
muere en silencio.
Por
ella llorará la fuente
un
llanto trémulo y eterno.
Por
ella orarán los cipreses
arrodillados
bajo el viento.
Habrá
galope de corceles,
lunarios
ladridos de perros.
A
la sombra de los laureles
Melisanda
se está muriendo.
Por
ella el sol en el castillo
se
apagará como un enfermo.
Por
ella morirá Pelleas
cuando
la lleven al entierro.
Por
ella vagará de noche,
moribundo
por los senderos.
Por
ella pisará las rosas,
perseguirá
las mariposas
y
dormirá en los cementerios.
Por
ella, por ella, por ella
Pelleas,
el príncipe, ha muerto.
CANCIÓN DE LOS AMANTES MUERTOS
Ella
era bella y era buena.
Perdónala,
Señor!
Él
era dulce y era triste.
Perdónalo,
Señor!
Se
dormía en sus brazos blancos
como
una abeja en una flor.
Perdónalo,
Señor!
Amaba
las dulces canciones,
ella
era una dulce canción!
Perdónala,
Señor!
Cuando
hablaba era como si alguien
hubiera
llorado en su voz.
Perdónalo,
Señor!
Ella
decía: —"Tengo miedo.
Oigo
una voz en lo lejano".
Perdónala,
Señor!
Él
decía: —"Tu pequeñita
mano
en mis labios".
Perdónalo,
Señor!
Miraban
juntos las estrellas.
No
hablaban de amor.
Cuando
moría una mariposa
lloraban
los dos.
Perdónalos,
Señor!
Ella
era bella y era buena.
Él
era dulce y era triste.
Murieron
del mismo dolor.
Perdónalos,
Perdónalos,
Perdónalos, Señor!
FINAL
Fueron
creadas por mí estas palabras
con
sangre mía, con dolores míos
fueron
creadas!
Yo
lo comprendo, amigos, yo lo comprendo todo.
Se
mezclaron voces ajenas a las mías,
yo
lo comprendo, amigos!
Como
si yo quisiera volar y a mí llegaran
en
ayuda las alas de las aves,
todas
las alas,
así
vinieron estas palabras extranjeras
a
desatar la obscura ebriedad de mi alma.
Es
el alba, y parece
que
no se me apretaran las angustias
en
tan terribles nudos en torno a la garganta.
Y
sin embargo,
fueron
creadas,
con
sangre mía, con dolores míos,
fueron
creadas por mí estas palabras!
Palabras
para la alegría
cuando
era mi corazón
una
corola de llamas,
palabras
del dolor que clava,
de
los instintos que remuerden,
de
los impulsos que amenazan,
de
los infinitos deseos,
de
las inquietudes amargas,
palabras
del amor, que en mi vida florece
como
una tierra roja llena de umbelas blancas.
No
cabían en mí. Nunca cupieron.
De
niño mi dolor fue grito
y
mi alegría fue silencio.
Después
los ojos
olvidaron
las lágrimas
barridas
por el viento del corazón de todos.
Ahora,
decidme, amigos,
dónde
esconder aquella aguda
furia
de los sollozos.
Decidme,
amigos, dónde
esconder
el silencio, para que nunca nadie
lo
sintiera con los oídos o con los ojos.
Vinieron
las palabras, y mi corazón,
incontenible
como un amanecer,
se
rompió en las palabras y se apegó a su vuelo,
y
en sus fugas heroicas lo llevan y lo arrastran,
abandonado
y loco, y olvidado bajo ellas
como
un pájaro muerto, debajo de sus alas.
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