Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Recuerda, Cuerpo de Constantino Petrou Kavafis

Constantino Petrou Kavafis (Egipto, 1863 - 1933)

 

Constantino Petrou Kavafis

Recuerda, Cuerpo

Traducción: Anna Pothitou y Rafael Herrera

 

DESEOS

 

Como cuerpos hermosos de muertos sin vejez

encerrados, como lágrimas, en bellos mausoleos,

rosas a la cabeza, jazmines a sus pies –

así parece ser que se pasaron los deseos,

sin ser cumplidos nunca, sin apenas merecer

una noche de goce, ni su claro amanecer.

 

VOCES

 

Voces amadas e ideales

de los que ya murieron, o están para nosotros

perdidos como muertos.

 

Algunas veces nos hablan entre sueños,

algunas veces al pensar las oye la conciencia.

 

Y a su sonido, vuelven un instante

ecos de la primera poesía de la vida –

cual música, de noche, lejana, que se pierde.

 

VELAS

 

Los días del futuro están ante nosotros

como una fila de velitas encendidas –

doradas velas, cándidas, vivaces.

 

Los días del pasado a nuestra espalda,

en triste línea de velas apagadas;

las más cercanas todavía humean,

velas vencidas, frías, derretidas.

 

No quiero contemplarlas: su forma me entristece,

y me entristece recordar su luz primera.

Miro mis velas alumbradas ante mí.

 

No quiero dar la vuelta, por no ver, temblando,

qué rápido la línea oscura va creciendo,

qué rápido las velas apagadas proliferan.

 

TERMÓPILAS

 

Honor a todos esos que en su vida

Termópilas marcaron y las guardan,

sin desviarse nunca del deber;

justos y firmes siempre en sus acciones,

pero también piadosos, compasivos;

generosos cuando ricos, y también,

si pobres, en lo poco generosos,

auxilio deparando en lo posible:

diciendo en todo tiempo la verdad,

pero sin odio aun contra los falsos.

 

Y todavía más honor les cabe

cuando prevén (y hay muchos que lo hacen)

que Efialtes se presentará al final

y que por fin van a pasar los Medos.

 

CHE FECE… IL GRAN RIFIUTO

 

Les llega a algunos hombres cierto día

en el que deben pronunciar el gran Sí o el gran No.

Y al punto queda manifiesto quién el Sí tenía

guardado en su interior, y cuando lo

 

pronuncia sigue el rumbo de su credo y de su honor.

Quien dice no, no se arrepiente. Y otra vez dijera

no si le preguntaran otra vez. Pero el dolor

de aquel no – el justo – le ha atormentado su vida entera. 

 

LAS ALMAS DE LOS VIEJOS

 

En sus antiguos cuerpos estropeados

están las almas de los viejos asentadas.

Qué lamentables son las desgraciadas,

cómo se aburren de la triste vida que les hiere.

Cómo temen perderla y cómo la quieren,

contradictorias y desconcertadas

- cómico – trágicas – las almas asentadas

en sus antiguos pellejos desgastados.

 

LAS VENTANAS

 

Por estas cámaras oscuras, donde lento

transcurre el día, por doquier intento

encontrar las ventanas. Y en verdad hallar

y abrir una ventana me consolaría.

Más las ventanas no aparecen, o no soy capaz

de hallarlas, y tal vez mejor que no lo haga jamás.

Tal vez la luz sea una nueva tiranía.

Quién sabe qué novedades va a mostrar.

 

LOS PASOS

 

En una cama de ébano, adornada

de águilas de coral, duerme profundamente

Nerón – feliz, tranquilo e inconsciente;

radiante por el brío de la carne,

por el vigor hermoso de la juventud.

 

Pero en la sala de alabastro donde está guardado

el viejo Lar de los Enobarbos,

qué intranquilos sus Lares se revuelven.

Tiemblan los dioses del hogar

e intentan ocultar sus cuerpos insignificantes.

Porque un clamor horrible han escuchado,

clamor mortal que sube la escalera,

pasos de hierro que hacen resonar los escalones.

Desfallecidos ya los desdichados Lares

se ocultan en el fondo del larario,

atropellándose, empujándose entre sí,

y cae un dios pequeño sobre el otro

porque ya han comprendido qué clamor es este,

porque han sentido ya los pasos de las Furias.  

 

MONOTONÍA

 

A un día monótono, después

le sigue otro monótono, inmutable. Pasarán

las mismas cosas, que suceden otra vez.

Momentos similares nos encuentran y se van.

 

Un nuevo mes trae el mes que ha transcurrido.

Se puede fácilmente adivinar qué nos espera:

igual que ayer será, lo mismo de aburrido.

Y así el mañana es como si mañana ya no fuera.

 

LA CIUDAD

 

Dijiste: «Marcharé a otra tierra, marcharé a otro mar.

Habrá de hallarse en algún sitio una ciudad mejor.

Mas cada intento mío está condenado al error;

sepulto – como muerto – el corazón.

Y cuánto va a durar mi mente en esta confusión.

Dondequiera que mire, que vuelva mis ojos,

solo veo aquí de mi vida los despojos,

y tantos años que pasé y perdí  en este lugar».

 

Lugares nuevos no hallarás, no hallarás otros mares.

La ciudad irá tras de ti. En sus calles pasearás,

las mismas, y en los mismos barrios envejecerás,

se te verá en estas casas acabarte.

Y siempre llegarás a esta ciudad. Para otra parte

– no esperes – no hay barco ya, ni senda para ti.

Lo mismo que tu vida la perdiste aquí,

en esta esquina, la perdiste en todos los lugares.

 

IDUS DE MARZO

 

Oh alma, has de temer lo fastuoso,

y debes dominar tus propias ambiciones,

y, si no puedes, con reservas y recelo

las deberás seguir. Y cuanto más destaques,

más celo y atención has de poner.

 

Y cuando, César ya, alcances tu apogeo,

cuando tomes la forma de un hombre renombrado,

entonces, sobre todo, ten cuidado cuando salgas,

todo un caudillo rodeado por su escolta;

si por casualidad se acerca de entre el vulgo

un tal Artemidoro, que trae una carta,

y dice apresurado «Lee urgente esto,

son cosas importantes que han de interesarte»,

no dejes de pararte, ni de atrasar cualquier

empeño o entrevista. No dejes de apartar

a los que te saludan y te hacen reverencias

(ya los verás más tarde). Que espere

el Senado también. Conoce de inmediato

las graves noticias que escribe Artemidoro.

 

EL DIOS ABANDONA A ANTONIO

 

Cuando de pronto se oiga a medianoche

a un invisible cortejo pasar

con músicas fantásticas, con voces –

tu suerte que declina, tus hazañas

que no fueron cumplidas, tus proyectos

que fueron todo errores, no lo llores para nada.

Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,

dile por fin adiós a Alejandría que se marcha,

y sobre todo no te engañes y no vayas

a decir que fue un sueño, que se confundió tu oído.

No confíes en tales esperanzas vanas.

Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,

como te cuadra a ti, que tal ciudad te mereciste,

quédate inmóvil junto a la ventana

y escucha conmovido, pero no

medroso y suplicante como los cobardes,

como un placer postrero los sonidos,

los raros instrumentos del cortejo sagrado

y di por fin adiós a Alejandría que se marcha.

 

FATALIDAD

 

En medio del recelo y las sospechas,

los ojos atemorizados y revuelto el juicio,

nos deshacemos planeando cómo hay que actuar

para evitar este peligro

seguro que amenaza tan espantosamente.

Más nos equivocamos. Aquel no está en la calle,

han sido falsos mensajes

(o no los escuchamos bien, o no lo comprendimos).

Otra catástrofe, que no podíamos pensar,

de golpe, repentina, cae sobre nosotros,

y descuidados - ¿qué hacer ya? – nos arrebata.    

 

JÓNICO

 

Porque hayamos quebrado sus estatuas

o porque de sus templos los echáramos,

no por ello los dioses están muertos.

Oh, tierra Jonia, a ti te aman todavía,

sus almas te recuerdan todavía.

Cuando amanece sobre ti la mañana de agosto

tu atmósfera recorre la energía de sus vidas,

y a veces una etérea forma juvenil,

fugaz e indefinida

vuelve a pasar por sobre tus colinas.

 

ÍTACA

 

Al emprender el viaje a Ítaca 

desea que el camino sea largo,

lleno de peripecias, lleno de saberes.

A Lestrigones y Cíclopes,

a Poseidón airado no los temas,

que a tales no hallarás en el camino

si es tu pensar excelso, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

A Lestrigones y Cíclopes,

a Poseidón violento no habrás de encontrarte

si no es que ya los llevas en tu alma,

si tu alma no los alza frente a ti.

 

Desea que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en las que con qué regocijo, con qué gozo,

llegues a puertos vivos por primera vez.

Detente en los comercios de Fenicia

y compra su preciadas mercancías,

corales y nácar, ámbar y ébano.

Y aromas exquisitos de mil clases,

cuantos aromas exquisitos puedas conseguir.

Visita muchas ciudades de Egipto,

y aprende y aprende de todos lo que saben.

 

Pero en la mente siempre ten a Ítaca,

porque llegar allí es tu objetivo.

Mas no apresures en nada tu viaje.

Mejor que dure muchos, muchos años,

y eches el ancla viejo ya en la isla,

rico de cuanto ganaste en el mundo,

sin esperar que las riquezas te las traiga Ítaca.

 

Que Ítaca te ha dado el viaje hermoso.

Sin ella no emprendieras el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

 

Y si la encuentras mísera, no te ha engañado Ítaca.

Tan sabio que has hecho, con tanta experiencia,

habrás ya comprendido las Ítacas qué son.  

 

HERODES ÁTICO

 

Oh, qué glorioso honor le cabe a Herodes Ático.

 

Uno de nuestros grandes sofistas, Alejandro de Seleucia,

llegado al fin a Atenas para hablar,

encuentra la ciudad vacía, porque Herodes

en la provincia estaba. Y los jóvenes

todos le habían seguido allí para escucharlo.

El sofista Alejandro, así pues,

redacta para Herodes una carta

y le suplica que le envíe a los helenos.

El delicado Herodes al punto responde

«Vengo junto a los griegos yo también».

 

Cuántos muchachos ya en Alejandría,

en Antioquía o en Berito

(los oradores del mañana que prepara el helenismo),

reunidos en espléndidos banquetes

donde se charla a veces de sofística elegante

y otras de su eróticas delicias,

se callan abstraídos de repente.

Dejan cerca los vasos sin tocar,

reflexionando en la suerte de Herodes –

¿qué otro sofista tuvo tal prebenda? –

a donde quiera y haga lo que haga,

que le sigan los griegos (¡si, los griegos!,

sin discusión y sin razonamiento,

y hasta sin elección, tan solo que le sigan.      

 

VUELVE

 

Vuelve a menudo y llévame contigo,

dilecta sensación, regresa y llévame contigo –

cuando el recuerdo del cuerpo despierta

y el antiguo deseo retorna a la sangre,

cuando los labios y la piel recuerdan

y sienten las manos  que vuelven a tocar.

 

Vuelve a menudo y llévame, de noche,

cuando los labios y la piel recuerdan…

 

EN LO POSIBLE

 

Y si no puedes disponer tu vida como quieres

esto procura al menos conseguir

en lo posible: no vayas a ensuciarla

al frecuente contacto con el mundo,

con charlas y negocios por doquiera.

 

No vayas a ensuciarla trasladándola,

rondando sin cesar y exponiéndola

a la vulgar locura cotidiana

de tanta relación y compañía

hasta que se convierta en una extraña intrusa.

 

MUY RARA VEZ

 

Es un anciano, por completo exhausto y encorvado,

que, desgastado por los años y por los excesos,

va recorriendo a paso lento la calleja.

Pero al entrar en casa a ocultar

su decadencia y su vejez, medita

la parte de la juventud que aún le cabe.

 

Sus versos andan ahora en boca de los mozos,

y sus visiones en los ojos juveniles.

Sus mente, saludables, placenteras,

sus cuerpos hermosísimos, robustos,

conmuévense a través de su expresión de la belleza.  

 

FUI

 

No me contuve. Por completo me dejé y fui.

A los placeres que, medio reales,

que a medio hacer, rondaban por mi mente,

fui a través de la noche iluminada.

Y bebí vinos fuertes, como aquellos

que beben los valientes del placer.

 

DE LA TIENDA

 

Lo envolvió de manera cuidadosa

en una seda verde y preciosa.

 

Lirios de perlas, violetas de amatista,

y rosas de rubí, según parecen a su vista,

 

según su voluntad las quiere ver; no como en la

naturaleza los experimentó. Los dejará

 

en su caja, muestra de su osada labor

y habilidad. Cuando en la tienda entre un comprador

 

saca de sus estuches otros – joyas deslumbrantes –:

sortijas, brazaletes y collares de brillantes.

 

LEJOS

 

Quisiera pronunciar este recuerdo.

Mas tan desdibujado está… ya casi nada queda –

porque allá lejos, en mis años juveniles yace.

 

Piel como amasada de jazmín…

Aquel agosto - ¿agosto era entonces? – por la noche…

Recuerdo apenas ya los ojos; eran, creo, azules…

¡Azules, sí! De un azul como zafiro.

 

TEÓDOTO

 

Si estás entre los de verdad elegidos

mira bien cómo vas a conquistar tu territorio.

Por mucho que te reverencien, y por mucho

que tus gestas de Italia y de Tesalia

las anden proclamando las ciudades,

y por muchos sufragios honorarios

que en Roma voten tus admiradores,

no han de durar tus gozos y tus triunfos,

ni has de sentirte un hombre superior - ¿qué superior? –

cuando en Alejandría a ti Teódoto te traiga

encima de una bandeja ensangrentada

del mísero Pompeyo la cabeza.

 

Y no te tranquilice tanto que en tu vida

tan limitada, organizada y tan prosaica,

no quepan tales espectáculos terribles.

Tal vez en este instante, en el hogar tranquilo

de algún vecino tuyo ya esté entrando

Teódoto – invisible, inmaterial –

Trayendo una cabeza igual de horrible.

 

MAR DE LA MAÑANA

 

Quédeme aquí a admirar un poco la naturaleza.

Del mar de la mañana y de este cielo claro,

resplandeciente azul y orillas rubias.

Todo bañado en luz, hermoso y amplio.

 

Quédeme aquí, creyendo que lo veo

(y de verdad lo vi un instante en cuando me detuve);

y no, también aquí, mis fantasías,

mis remembranzas y visiones de placer.    

 

JURA

 

Y jura muchas veces        seguir una vida mejor.

Mas cuando cae la noche        con sus incitaciones y

con sus condescendencias        y sus propias promesas;

mas cuando cae la noche        con su poder y el ímpetu

del cuerpo que desea tanto        va de nuevo

perdido en busca del placer fatal.  

 

UNA NOCHE

 

Era la habitación inmunda y pobre,

oculta sobre la taberna sospechosa.

Por la ventana se veía la calleja

estrecha y descuidada. Desde abajo

llegaba allí la voz de los obreros

que holgándose jugaban a las cartas.

 

Y allí, en aquella cama humilde y pobre,

el cuerpo del amor, los rojos labios

voluptuosos poseí de la ebriedad –

rojos de una ebriedad tal, que aún ahora

al escribir (después de tantos años),

en mi hogar solitario vuelven a embriagarme.

 

LA BATALLA DE MAGNESIA

 

Perdido el ímpetu de antaño y el valor,

será ahora su preocupación mayor

 

su cuerpo exhausto ya, casi enfermizo. El resto

de su vivir será tranquilo. Al menos esto

 

Filipo afirma; deseando diversión

juega a los dados esta noche; un montón

 

poned de rosas en la mesa. ¿Y qué, si se ha perdido

Antíoco en Magnesia? Se comenta que ha caído

 

sobre el brillante ejército una gran calamidad.

Más puede que exageren. No ha de ser todo verdad.

 

Ojalá. Porque, aunque enemigo, están del mismo lado.

Pero es bastante un «ojalá». Incluso demasiado.

 

Filipo, claro, no ha de retrasar la fiesta ahora.

Por mucho que su vida hubiera sido agotadora,

 

algo bueno le ha quedado: la memoria en su cabeza.

Recuerda cuánto llanto en Siria derramaron, qué tristeza

 

les embargó cuando la madre Macedonia fue rendida.

Que empiece ya el banquete. Esclavos: flautas, teas

[encendidas.

 

MANUEL COMNENO

 

Nuestro señor el rey Manuel Comneno

un día melancólico de aquel mes de septiembre

sintió la cercanía de la muerte. Los astrólogos

(profesionales) de la corte declaraban

que aún había de vivir por muchos años.

Pero mientras hablaban ellos, él

viejo usos piadosos rememora,

y de las celdas de los monjes manda

que traigan vestiduras eclesiásticas,

y se las pone, ufano de mostrar

digno aspecto de monje o sacerdote.

 

Oh, bienaventurados los que creen

y, cual nuestro señor el rey Manuel, terminan

vestidos dignamente de su fe.   

 

EN LA CALLE

 

Su rostro atractivo, un poco pálido,

y sus ojos castaños, como fatigados;

cumplió los veinticinco, pero de veinte años parece;

con algo artístico en su modo de vestir

– algún color en la corbata, o ese cuello almidonado –

sin rumbo va vagando por la calle,

como si fuera hipnotizado por ilícito placer,

por ese tan ilícito placer que ha disfrutado.

 

CUANDO DESPIERTEN

 

Intenta conservarlas, oh poeta,

por muy pocas que sean las que se demoran.

Esas visiones tuyas de erotismo.

Ponlas, disimuladas, en tus frases.

Intenta retenerlas, oh poeta,

cuando despierten en tu pensamiento

de noche o en el resplandor del mediodía. 

 

EN UNA CIUDAD DE OSROENE

 

De la pelea en la taberna herido nos trajeron

ayer a nuestro amigo Remon a la medianoche.

Por las ventanas que dejamos en par en par abiertas

su hermoso cuerpo en el colchón la luna iluminaba.

Somos un Babel aquí. Armenios, griegos, sirios, medos

Remon es también así. Pero al iluminar

la luna ayer su rostro deseable

pensamos todos en el Cármides platónico.

 

AL ATARDECER

 

No iban, en cualquier caso, a durar mucho. La experiencia

de la edad lo muestra. Y aun así, con cierta violencia

llegó a ponerles fin al Destino.

Efímera pasó la vida hermosa.

Pero embriagaban los perfumes fuertes,

en qué soberbios lechos nos echamos,

a qué placer los cuerpos entregamos.

 

Un reflejo de aquellos días de placer,

un reflejo de aquellos días me llegó,

algo del fuego de nuestra juventud:

volví a tomar en mis manos una carta

y la leí mil veces hasta que se fue la luz.

 

Y me asomé, melancólico, al balcón –

salí por distraer mis pensamientos

mirando al menos la ciudad de mi corazón,

al menos por las calles y las tiendas movimiento.   

 

TUMBA DE IGNACIO

 

No soy aquel Cleón tan renombrado

de Alejandría (donde con dificultad te alaban)

por mis lujosas casas y jardines,

por mis corceles y mis carruajes,

por los diamantes y las sedas que vestía.

Márchate. Yo no soy aquel Cleón.

Malógrense sus veintiocho años.

Ignacio soy yo, el diácono, que demasiado tarde

me convertí. Pero aun así viví feliz diez meses

en la serenidad y paz de espíritu de Cristo.

 

TANTO HE CONTEMPLADO

 

He contemplado tanto la belleza

que mi visión está llena de ella.

 

Líneas del cuerpo. Labios rojos. Miembros del placer.

Cabellos como en las estatuas griegas modelados;

hermosos siempre, así, sin cepillar,

cayendo un poco por las blandas frentes.

Rostros del amor, tal como los quería

mi poesía… en esas noches de mi juventud,

en esas noches mías, en secreto, hallados…

 

DÍAS DE 1903

 

No los volví a encontrar – tan rápido perdidos…

los ojos poéticos, la pálida

cara… cuando en la calle anochecía…

 

No lo volví a encontrar – lo que por suerte obtuve

y que tan fácilmente abandoné,

y que después desesperado quise.

Los ojos poéticos, la cara pálida,

aquellos labios no los volvía a ver.

 

PLACER

 

Aroma y gracia de mi vida al recordar las horas

en las que descubrí y gocé el placer como lo quise.

Aroma y gracia de mi vida a mí, que aborrecí

cada disfrute de amores de rutina.

 

CESARIÓN

 

En parte para precisar una cronología,

en parte por entretener el ocio,

cogí una colección de epigrafía

sobre los Ptolomeos y empecé anoche a leer.

Los múltiples elogios y alabanzas

son siempre igual. Son todos poderosos,

brillantes, liberales y gloriosos

y cada empresa es siempre la más sabia.

Y en cuanto a las mujeres de aquella generación,

Cleopatra, Berenices todas, admirables son.

 

Cuando logré por fin aquella fecha precisar,

habría dejado el libro, de no ser por una nota

minúscula y trivial sobre el rey Cesarión

que de inmediato mi atención atrajo…

 

Ah, sí, llegaste tú con tu atractivo

indefinible. Pocas líneas hay

escritas en la Historia sobre ti

y así más libremente te formó mi fantasía.

Te imaginé sensible y muy hermoso.

Mi arte le concede a tus facciones

una belleza cándida de ensueño.

Y yo te imaginé con tal detalle

que cuando, tarde ya, y al apagarse

mi lámpara – a propósito dejé que se apagará –

creí que entrabas en mi habitación,

me pareció que estabas ante mí, como si estuvieras

en esa Alejandría conquistada,

cansado y pálido, ideal en tu tristeza,

con la esperanza aún de que de ti se apiaden

los falsos que murmuran «… demasiados Césares».  

 

EN EL PUERTO

 

Joven, veintiocho años, en tinia embarcación

a este puerto sirio Emis llegó, con intención

de ser vendedor de perfumes.

Pero enfermó durante el viaje, para fallecer

cuando desembarcó. Y tuvo aquí lugar

su entierro. Algo de «ancianos padres» y de «hogar»

había susurrado en sus momentos de agonía.

Pero la identidad de aquellos nadie conocía,

ni cual, en todo el mundo helénico, era su patria.

Mejor. Pues de este modo, mientras muerto

yace su cuerpo en este puerto,

sus padres seguirán siempre a su espera.

 

RECUERDA, CUERPO…

 

Recuerda, cuerpo, no tan solo cuánto te han amado

no solamente las camas en las que te acostaste,

sino también tantos deseos que por ti

hacían destellar tanto los ojos,

y que temblaban en la voz – y algún

obstáculo casual los anuló.

Ahora que todo ya al pasado pertenece,

parece como si a aquellos deseos

te hubieras entregado – qué destellos,

recuerda, en los ojos que te miraban;

cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.  

 

CONCIENCIA

 

Los años de mi juventud, mi vida placentera –

qué claro veo ahora su sentido.

 

Qué de arrepentimientos hueros, vanos…

 

Más no veía su sentido entonces.

 

En el marasmo de mi vida juvenil

la voluntad de mi poesía se formaba,

se demarcaba el territorio de mi arte.

 

Por eso el arrepentimiento nunca fue muy firme.

Y toda decisión de contenerme, de cambiar,

duraba, como mucho, dos semanas.

 

DESDE LAS NUEVE

 

Las doce y media ya. Qué rápido ha pasado el tiempo

desde las nueve, en que encendí la lámpara

y me senté aquí. Sentado sin leer

y sin hablar. Con quién podría hablar,

completamente solo en esta casa.

 

La imagen de mi cuerpo adolescente,

desde las nueve, en que encendí la lámpara,

vino y me encontró aquí, y me recordó

cuartos cerrados llenos de perfumes

y el antiguo placer - ¡qué atrevido placer!

Y me puso, además, ante los ojos

calles que ahora son irreconocibles,

centros llenos de vida ya cerrados,

y cafés y teatros que existieron una vez.

 

La imagen de mi cuerpo adolescente

vino para traerme también penas:

el duelo familiar, separaciones,

los sentimientos de los míos, sentimientos

pocos estimados de los que ya han muerto.

 

Las doce y media. Cómo ha pasado el tiempo.

Las doce y media. Cómo han pasado los años.

 

ARISTÓBULO

 

Llora el palacio entero, llora el rey,

inconsolable está en su triste luto el rey Herodes,

y la ciudad entera está llorando a Aristóbulo,

que por injusto accidente se ahogó

jugando con sus compañeros en el agua.

 

Y cuando lo sepan en los demás lugares

cuando hasta Siria llegue la noticia,

la habrán de lamentar también muchos helenos:

guardarán luto los poetas y escultores

porque les ha llegado la fama de Aristóbulo,

¿y qué imaginación de adolescente suya

llegó jamás a una hermosura cual la de este niño?,

¿y qué estatua de dios jamás logró hacer Antioquía

semejante a este niño de Israel?    

 

Llora con gran dolor la Gran Princesa,

su madre, la judía más notable,

llora y lamenta Alejandra la desgracia.

 

Pero al hallarse sola, su dolor cambia de forma.

Grita, enloquece, insulta maldiciendo.

¡Cómo la han engañado! ¡Qué traición!

¡Cómo al fin, se salieron con la suya!

Arruinaron la casa de los Asamaneos.

¡Cómo el malvado rey logró su fin,

el falso, el embustero, el miserable!

¡Cómo lo consiguió! ¿Qué plan secreto,

que ni siquiera Mariammi se dio cuenta?

Si Mariammi hubiera sospechado algo,

habría hallado salvación para su hermano.

Reina es al fin, algo podría hacer.

¡Cómo lo habrán de celebrar, a ocultas, satisfechas,

aquellas pérfidas Cipro y Salomé,

las indecentes Cipro y Salomé!

¡Y que ella sea tan débil, obligada

a simular que cree sus engaños,

y que no pueda dirigirse al pueblo,

salir a proclamar a los hebreos,

decir, decirles cómo fue tramado el crimen!     

 

EMILIANO MONAI, ALEJANDRINO

(628 – 655 D.C.)

 

Con las palabras, la apariencia y los modos

me haré una espléndida armadura;

me enfrentaré así con los malvados todos

sin ser presa del miedo o la blandura.

 

Querrán hacerme daño. Pero no sabrán

los que hasta mí se acerquen dónde

ni mis heridas ni mis puntos débiles están

bajo las mentiras que los esconden.

 

Son de Emiliano Monai palabras jactanciosas.

¿Haría jamás esta armadura contra el daño?  

En cualquier caso, no la usó por mucho tiempo.

Murió en Sicilia a los veintisiete años.

 

DE LOS HEBREOS (50 D.C.)

 

Pintor, poeta, corredor y lanzador de disco,

bello como Endimión, Jante de Antonio.

De una familia amiga de la Sinagoga.

 

«Mis días más gloriosos son aquellos

en que renuncio a perseguir lo hermoso,

en que abandonó el helenismo bello y duro,

con la dedicación irreprimible

a cuerpos blancos, bien formado, corrompibles,

y me convierto en el que bien querría

ser siempre: de los hebreos, de los sacros hebreos, el hijo.»

 

Cálida, sí, su afirmación. «Ser siempre

de los hebreos, de los sacros hebreos…»

 

Pero no se mostraba siempre lo mismo.

El Hedonismo, el Arte alejandrino

por devoto hijo suyo lo tenían.

 

JÓVENES DE SIDÓN (400 D.C.)

 

Aquel actor que vino para entretenerlos

recitó incluso algunos selectos epigramas.

 

La sala se abría sobre el jardín:

y había un aroma de flores delicado

mezclándose con las fragancias

de aquellas cinco jóvenes sidonios perfumados.

 

Se dio lectura a Meleagro, a Crinágoras y a Riano,

pero cuando les recitó el actor,

«El ateniense Esquilo de Euforión guárdase en esta»

(tal vez enfatizando más de lo debido

los «gallarda valentía» y «bosque de Maratón»),

saltó de pronto un joven muy vivaz,

amante de las letras y gritó:

 

«Ah, no me gustan esos cuatro versos.

Las expresiones de ese tipo son como un renuncio.

Dale a tu obra – yo proclamo – todo tu vigor,

todo cuidado, y ten de nuevo presente tu obra

en la dificultad, y cuando vence ya tu tiempo.

Esto es lo que te exijo y de ti espero.

Y que de tu cabeza no se vaya

la lengua espléndida de la Tragedia,

qué Agamenón, y qué admirable Prometeo,

qué figuras de Orestes y Casandra,

qué Siete contra Tebas - ¡y que en tu memoria

pongas solo que en medio de la turba del ejército

tu también combatiste contra Datis y Artafernes!».  

 

EL FAVOR DE ALEJANDRO BALA

 

No me irrita si se ha roto una rueda de mi carro

o si la ridícula victoria no fue mía.

La noche pasará entre bellas rosas y entre jarros

de vino sin igual. Me pertenece Antioquía.

Yo soy el joven de mayor reputación.

Bala me tiene gran apogeo y devoción.

Dirían mañana, ya verás, que no fue justa la competición.

(Y si fuera un grosero, y en secreto lo hubiera ordenado,

el premio otorgarían – lisonjeros – a mi carro estropeado.)

 

SU COMIENZO

 

Su ilícito placer fue consumado.

Se levantaron del colchón y se vistieron

apresuradamente y sin hablar.

Salen por separado y a hurtadillas de la casa,

y mientras andan algo inquietos por la calle,

parece que sospechan que algo en ellos delata

en qué clase de lecho acaban de caer.

 

Pero cuánto ganó la vida del artista.

Se escribirán mañana, o pasado, o con los años,

los vigorosos versos que aquí tuvieron su comienzo.

 

MELANCOLÍA DE JASÓN HIJO DE CLEANDRO, POETA EN KOMAGENE (595 D.C.)

 

El envejecimiento de mi cuerpo y mi apariencia

herida es de un puñal abominable.

No puedo mantener ya la firmeza.

A ti recurro, Arte de la Poesía,

que sabes, de algún modo, de remedios;

intentos de letargo de dolor, con Palabras y Fantasía.

 

Herida es de un puñal abominable.

Trae tus remedios, Arte de la Poesía,

que hacen que la herida – un instante – no se sienta.

 

TEATRO DE SIDÓN (400 D.C)

 

De un ciudadano honrado        hijo – ante todo hermoso,

muchacho del teatro,        con múltiples encantos,  

en ciertas ocasiones        compongo en lengua griega

versos bastante osados        que hago circular

secretamente, claro –        ¡dioses! que no los vean

quienes visten de oscuro        y de moral predican –

son versos del placer        selecto, encaminado

hacia el amor estéril        y siempre rechazado.

 

EN LA DESESPERACIÓN

 

Lo perdió por completo.        Y ahora va buscando

hallar entre los labios        de cada nuevo amante

aquellos labios suyos:        buscando va en la unión

con cada nuevo amante        engañarse pensando

que es el mismo joven,        que ahora se le entrega.

 

Lo perdió por completo,        cual si nunca existiera.

Porque quería – dio –        quería redimirse

del estigmatizado,         enfermizo placer,          

del estigmatizado,         placer avergonzante.

Aún estaba a tiempo        - decía – de salvarse.

 

Lo perdió por completo,        cual sin nunca existiera.

Con la imaginación,         las alucinaciones,

en labios de otros jóvenes        sus labios va buscando:

y así va procurando        sentir su amor de nuevo.

 

ANTES DE QUE LOS CAMBIE EL TIEMPO

 

Se entristecieron mucho        en su separación.

No lo querían ellos:        eran las circunstancias.

La estrechez de su vida        a uno lo obligó

a trasladarse lejos –        Nueva York o Canadá.

Su amor, está bien claro,        ya no era como antes:

que la atracción había        menguado poco a poco,

que la atracción había        menguado enormemente.

Aun así, separarse        no lo querían ellos.

Eran las circunstancias.        O tal vez como artista

se presentó el Azar        al separarlos ahora,

antes de que se enfríen,        de que los cambie el Tiempo:

el uno para el otro        será cual si por siempre

aún fuera el bello chico        de veinticuatro años.

 

SACERDOTE DEL SERAPIO

 

Al bueno de mi anciano padre lloro

el que siempre me tuvo igual amor;

al bueno de mi anciano padre estoy llorando,

que falleció anteayer, un poco antes del alba.

 

Guardar, oh Jesucristo, a los preceptos

de tu Iglesia Santísima obediencia

en todas mis acciones, todas mis palabras,

en cada pensamiento, es mi propósito

de cada día. Y a los que te niegan

yo los rechazo. Pero ahora estoy llorando

desconsolado, Cristo, por mi padre,

por más que hubiera sido – y es horrible

decirlo –, en el Serapio infame, sacerdote.

 

DÍAS DE 1901

 

Esto era lo que destacaba más en él,

que dentro de su falta de moral

y con su amplia experiencia del amor

y aun a pesar de la armonía natural

que había entre su edad y su actitud,          

había instantes – aunque por supuesto 

escasos – en que daba la impresión

de que su carne estaba casi intacta.

 

La lozanía de sus veintinueve años,

tan puesta a prueba ya por el placer,

había instantes en que recordaba

de un modo extraño a un joven que – algo torpe –

daba su cuerpo casto al amor por vez primera.

 

EN EL MISMO SITIO

 

Ambiente del hogar, de locales, del barrio

que veo y que transito; durante tantos años.

 

En la alegría y en las penas te he creado

con tantas situaciones, tantas cosas.

 

Y el sentimiento te embargó, entero, para mí.

 

DÍAS DE 1908

 

Aquel año se hallaba sin trabajo,    

y así de las cartas se sustentaba, 

del tavlí, o de lo que le prestaban.

 

Le habían ofrecido un puesto

en una papelería por tres libras mensuales.

Pero lo rechazó sin duda alguna.

No era posible, era un sueldo muy tacaño

para un joven letrado y de veinticinco años.

 

Ganaba al día a duras penas dos o tres chelines.

De las cartas y el tavlí qué iba el chico a conseguir,

en los cafés de su extracción, populares,

por mucho que jugara bien, por mucho que eligiera tontos.

Los préstamos no daban para mucho.

Táliro rara vez le daban, más a menudo, medio,

alguna vez bajaba hasta el chelín.

 

A veces más, pero a menudo una semana,

cuando escapaba del terrible trasnochar,

se refrescaba yéndose a nadar por la mañana.

 

Tenía su atuendo un aspecto lamentable,

y con el mismo traje siempre iba vestido,

un traje de color canela, desvaído.

 

Lo tiene conservado vuestra imagen

cuando se desvestía y de su cuerpo arrancaba

la ropa indigna y las mudas remendadas

y quedaba desnudo, extremadamente bello, un milagro.

Con el pelo revuelto y sin peinar

el cuerpo algo quemado por el sol,

por el desnudo matinal del baño y de la playa.          

 

 

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