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Luisa Helena Calcaño Gil |
La escritora venezolana Luisa Helena Calcaño,
desde Santiago de Chile nos invita a leer este texto escrito en el marco de un
Taller de Construcción de Ensayos al lado del poeta Armando Rojas Guardia. El
texto, marcado por una seriedad inconmensurable y auspiciado con la terquedad
de la melancolía, nos recuerda la tragedia que hoy viven miles de familias
venezolanas por la partida al extranjero de sus seres amados. Este escrito,
elaborado hace casi cuatro años desnuda la tristeza dejada por el desamparo de
las despedidas. Invito a mis amigos de ISLA INQUIETA a leerlo y a
solidarizarse con nuestros padres, madres, hermanos, hermanas, hijos y esposas
y maridos en el exterior y acogerlos con la paciencia y ternura fraterna.
El título: Y ahora un presente de silencio. Fue una idea de quien escribe y conduce este Blog, es
solo una manera de acercarnos.
Caracas, 20 de noviembre de 2014
Querido hijo:
Hoy tengo un problema importante: he sentido una soledad insondable. Días
en que se revive el dolor del adiós. No bastan los correos sin respuesta, un
anuncio en el muro de facebook o esperar una llamada tardía. Quizás el peor de
los exilios es la sensación de abandono de aquel ser querido que alguna vez te
amó infinitamente. Aquel ser que te dejo atrás, y pasaste a ser un recuerdo en
su memoria. Una fotografía en mesa de salón, donde se ubica la leyenda de los
momentos felices. ¿Por qué esta mala costumbre de nunca fotografiar los
momentos de ruptura y crisis?
Tus padres y tus hermanos somos una leyenda para tus hijos y tus nietos. Tu
equipaje fue la memoria, y a ella, le tiraste una piedra para no sufrir. Nuestro
amor es como un músculo atrofiado por la falta de ejercicio. Escribo un lenguaje
que ya no entiendes, unas palabras que no deseas recibir. Tal como lo planteo
maravillosamente Julio Cortazar en Cartas
a mi madre.
Y ahora un presente de silencio.
Persigo el presente en el silencio marcando un tiempo que no es tuyo, ni es
mío. Varada hoy en una tierra que no es tuya, ni es mía. La arena fértil de
nuestro pasado. Percibo un dolor, que encierra mis lágrimas de hierro. Las
risas y los sueños se revuelcan con el miedo. Habito un espacio donde todos
estamos enterrados vivos con el silencio. Y como la nada, las imágenes van y
vienen. Nadie me acompaña mejor que nadie al escuchar el canto del gallo. Nadie
comprende mejor que nadie las ilusiones de mi nueva vida. El placer por el
canto del cristofué y el inesperado sonido del teléfono, el mensaje vía
digital.
Un huracán que arrecia en el arraigo. Un duende que me permite ver que tú
ya eres un extranjero. Un trasterrado en un mundo ajeno a mi cotidianidad. Que
estas atrapado por un duende que sembró en tu alma el desarraigo. Y ahora
confundido en el silencio no te atreves a reconocerte entre tu foto y la foto
familiar de tu antiguo hogar. Percibo con incertidumbre tu deseo de no volver a
un país que no existe. Quizás quieras saber porque mis pasos y mis voces solo
son un silencio.
Dame tu verdad. Dame tu esperanza. Dame tu ternura. No borres de la arena
de tu vida la oquedad de mis pasos. Intenta en tu silencio amar a la sombra.
Todos los días amanezco para dedicarme a tareas inocentes e inocuas. Veo pasar
a diario la sombra de los pájaros, escucho voces indescifrables, veo caer una
hoja sobre el asfalto. Vivo con una voluntad de extravío en una penumbra, o en
una luz que apenas percibo. Y tejo rosas imposibles.
Soy una trasterrada en mi errancia. Quiero recobrar las fuerzas. No quiero
vivir para el instante. Aspiro a la plenitud. Soy los ojos conscientes de una
víctima inocente. No quiero ver exiliar el futuro. Quiero olvidar el olvido.
Te quiere
Luisa Helena
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