Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Poemas de "17 Poemas" de Tomas Tranströmer

 

 

Tomas Tranströmer (Suecia, 1931 - 2015)

Poemas de "17 Poemas" (1954)

 

De: Tomas Tranströmer

 

 

CINCO ESTROFAS PARA THOREAU

 

 

Otro más abandonó el pesado

anillo de la ciudad de voraces piedras. Clara como la sal es

el agua que golpea todas las cabezas de

los verdaderos refugiados.

 

En lento remolino ha subido el silencio

hasta aquí desde el centro del mundo, a enraizarse y crecer

y con frondosa copa sombrear la escalera del hombre, entibiada

por el sol.

 

*

 

Negligentemente, el pie golpea una seta. La nube de tormenta

se agranda junto al borde. Como cuernos de cobre

las sinuosas raíces del árbol dan al tono, y las hojas

se dispersan temerosas.

 

La huida salvaje del otoño es un liviano manto,

flameando hasta que, otra vez, llegue la manada de días tranquilos

de heladas y cenizas y bañen

las garras en la fuente.

 

*

 

Creído por nadie va el que vio un géiser,

huido de aljibe cegado, como Thoreau, y sabe

desaparecer en lo profundo de su verde interior,

astuto y esperanzado.

 

 

ELEGÍA 

 

*

 

En el punto de partida. Como dragón caído

en algún pantano entre neblina y vaho, está

nuestra tierra costera vestida de bosque de pino. Allá lejos:

dos vapores que gritan desde un sueño

 

en la bruma. Este es el mundo inferior.

Bosque inmóvil, superficie de agua inmóvil,

y la mano de orquídeas que surge del pantano.

Al otro lado, más allá de esta senda,

 

pero flotando en el mismo espejeo: el navío,

que la nube ingrávida cuelga de su espacio.

Y el agua en torno a su cayado está inmóvil,

echada en calma. ¡Y aun así, truena!

 

Y el humo del navío se expande horizontal

- allí flamea el sol en su agarrón - y el soplo

golpea duro el rostro del que aborda.

Ascender hacia babor de la Muerte.

 

Una ráfaga súbita y la cortina ondea.

Suena el silencio cual despertador.

Una ráfaga súbita y la cortina ondea.

Hasta que se oye, lejana, golpear una puerta

 

lejos, en otro año.

 

*

 

¡Oh marcas grises como la túnica del hombre de Bocksten!

Y la isla que flota en el vapor del agua.

Hay calma como cuando el radar vira

en vueltas y vueltas, entregado.

 

Hay un cruce de caminos en un instante.

La música de las distancias ha confluido.

Todo creciendo hacia un árbol frondoso.

Ciudades perdidas brillan en su verdor.

 

De todas partes y de ninguna tocan

como los grillos en la oscuridad de agosto. Insertado

en el rebaño de troncos, se adormece aquí en la noche

el viajero asesinado en el pantano. La savia mueve

 

su pensamiento y sube hacia las estrellas. Y en lo profundo

de la montaña: aquí está la gruta de los murciélagos.

Aquí cuelgan los años, apretados los actos.

Aquí ellos duermen con las alas plegadas.

 

Un día estos volarán. ¡Un hervidero!

(En la distancia, algo como humo saliendo de la boca de la gruta.)

Pero aún rige el sueño del invierno estival.

En la distancia, rumor de aguas. En el árbol oscuro,

 

una hoja que se da la vuelta.

 

*

 

Una mañana de verano, el rastrillo del campesino se atasca

en huesos muertos y harapos de vestidos. Así que él

yacía allí cuando drenaron la turbera

y ahora se yergue y anda su camino en la luz.

 

En cada distrito remolinea semilla dorada

en torno a vieja deuda. La calavera, blindada,

en un sembrado. Un peregrino en marcha

y la montaña siguiéndole con la mirada.

 

En cada distrito murmura el carcaj del arquero

a medianoche, cuando se abren las alas

y crece el pasado en su caída,

más oscuro que el meteorito del corazón.

 

Un alma apartada hace la escritura ávida.

Una bandera empieza  a golpear. Las alas

se abren en torno a la presa. ¡Este viaje altivo!

en que el albatros se hace viejo como nube

 

en la boca del Tiempo. La cultura es una estación

de caza de la ballena, donde el extraño, caminando

entre blancas vigas y niños que juegan,

percibe, sin embargo, a cada respiración,

 

la presencia del gigante caído.    

 

*

Liviana, vuelve la bofetada de las esferas celestes.

La música, a nuestra sombra, inocente como

el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,

artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.

 

Con las cuerdas disfrazadas de bosque.

Con las cuerdas como el aparejo del aguacero:

la lancha es azotada por los cascos de un aguacero

y en lo íntimo, en el atasco del giroscopio, alegría.

 

Esta tarde se refleja la bonanza del mundo,

cuando las cuerdas son instaladas, sin que nadie toque.

Inmóviles en la niebla, los árboles del bosque

y la tundra húmeda espejeando en sí misma.

 

La mitad muda de la música está aquí, como el olor

a resina anda en torno a ramas heridas  por el rayo.

En cada hombre, un verano subterráneo.

En el cruce de caminos, una sombra,

 

y se aleja corriendo, siguiendo la trompeta de Bach.

La piedad inspira súbita cautela. Dejar

su disfraz de yo en esta playa

donde la ola golpea y se retira, golpea

 

y se retira. 

 

 

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