La hierba descose
la tarde
llevando a
escondida
tu nombre en las
vasijas
es la cordillera
de harina
en las manos
desprendidas
con el miedo que
lleva la risa
y la sombra del
que duerme
abstraído con la
mirada
arrinconada en
el libro.
Y la noche
tímida se calma
con la voz que
tiñe el color de la leche.
Los respiros de
labios inexactos
y el vértice
comprenden los
besos que resbalan
como islas
saturadas de polvo
sin saber su
verdadera estación.
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