Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Prosa: de Asturias sin ser tú de José Ramón Muñiz Álvarez

 

José Ramón Muñiz Álvarez (España, 1974)

 José Ramón Muñiz Álvarez

Asturias sin ser tú

 

Para Cecilia, reina de los valles, dueña de los montes, señora de los astures.

I

Asturias, sin ser tú, te llena siempre: la ves donde la lluvia se hace lluvia, la ves donde los verdes se hacen vida. Y Asturias sigue siendo, como siempre, la voz de la enriscada, cuando añora la altura de las nubes que no alcanza. Y Asturias, siendo Asturias, que es lo propio, te llena en ese Oviedo que era tuyo, que sigue siendo tuyo, porque Asturias te cubre con la niebla del paisaje.

Y quiere ser la niebla del paisaje. Y sabe ser la nieve de las cumbres, la gota de rocío en cada claro: hay bosques que se escuchan en los claros, hay árboles que cantan sinfonías en esa Asturias nuestra de la aldea. Y luego está Gijón y, en sus espumas, el alma marinera, pero urbana, que busca ser lo histórico y lo nuevo, mezclados donde está Cimadevilla.

Y todo son latines en tu espíritu. Lo siento si te digo que eres fuerza del alba entre neblinas asturianas. Pues esa es la nostalgia que te llena, perdida en esos campos tan distantes que otrora me dijiste tierra tuya. Pero es que eres Asturias en las letras latinas de unos pueblos dominados que habitan en los castros donde brotan los gritos de humedad con sus perfumes.

Por eso eres Asturias donde vivas. Yo digo que hay Asturias donde Asturias te quiera perseguir con sus alientos. No olvides que, si naces, donde nazcas, tendrás, como el aroma del “orbayu”, la voz de cada “xana” en una fuente. No en vano, eres la “xana” en cada fuente, la voz de cada “xana” en una fuente, los llantos de la “xana” en una fuente y el beso de la “xana” en esa fuente.

Qué raros son los reinos donde moras. Y Asturias va contigo donde vayas, que Asturias, sin ser tú, te vuelve suya. Y es tuyo el raro hechizo que esa Asturias sorprende en tu mirar de ojos oscuros, tan pardos como el tronco del castaño. Y hablar de castañares en otoño también es la llamada de una Asturias que dice la verdad de esas Asturias que quedan en tu nombre para siempre.

 

II

Asturias, sin ser tú, lo dice todo: lo dice el alma tuya cuando bebe la luz del alba clara en un bostezo que no sabe ignorar la lluvia dulce; lo dice tu carácter en las olas del mar que van llenando cada playa, no lejos de Entrellusa, si recuerdas; lo dice cada nube, cuando pasa, contando la verdad de sus historias, tal vez imaginadas por la brisa.

Asturias, sin ser tú, lo dice todo: lo dice tu mirada en cada bosque, si hay bosques todavía en esa Asturias que muere por la falta de las fábricas; lo dice tu tristeza si estás lejos, y es cierto que estás lejos muchas veces, pues cierto es que no vives en Asturias; lo dice lo que sé de cuanto sueñas, y sueñas, según pienso, muchas veces en horas de nuberos y de lluvias.

Asturias, sin ser tú, lo dice todo: lo dicen los helechos que te vieron, lo dicen las espumas en las playas, los árboles lo dicen, lo repiten. Y el eco de las tierras se hace brizna de todo lo que ofrecen las Asturias, si esconden, como pienso, la poesía. Tú sabes que hay poesía en las Asturias, que existe desde Liébana a Santiago, pues hay muchas Asturias en los siglos.

Asturias, sin ser tú, lo dice siempre: lo dices tú y me ofreces repetirlo, gritarlo con un verso en las montañas, los valles, los rincones del minero; lo dices, lo repites y lo impones, pues no eres esa Asturias de otras veces, mas sí la que te llena y hace suya; lo dices porque, siendo alma lejana, parece que, volando como el ave, tu espíritu regresa hacia mi tierra.

 

III

¿Querer hablar de tejos y de robles? ¿Querer hablar del monte del Auseva? ¿Acaso de las guerras astur-cántabras? Asturias ya fue un mundo de grandeza, para agradar tu anhelo de otros tiempos, pues eres una diosa historicista.

¿Querer hablar del aire del Cantábrico, de aquellos balleneros aguerridos y todo su valor, cruzando mares? Asturias se hace agreste en el paisaje.

 

IV

Dirás que los romanos son Italia. Dirás que está Virgilio con su Eneida, cantando la grandeza del Imperio. Virgilio es decir épica, lo entiendo, y Horacio, como Ovidio y otros grandes, podrá lucir su pluma sin envidia. Te sé donde los versos de Catulo nos hacen travesuras lujuriosas, con besos a una Lesbia que no supo de playas asturianas, desde luego.

Y Asturias, sin ser tú, se vuelve vida: aquí sobra un Horacio y un Ovidio pudiera estar de más, si te das cuenta: los versos asturianos se hacen siempre del verso de la lluvia y de su beso, del alma de humedades pretenciosas. No ignoras que es Asturias la poesía que duerme en el espíritu del monte, lugar para los cuélebres que hechizan a damas y a doncellas del antaño.

Asturias, sin ser tú, se vuelve vida; Asturias, sin ser tú, se hace silencio.

 

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