Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

jueves, 7 de julio de 2022

En el desayuno

 

 

Desayuno alrededor de la mesa de Francine Van Hove (Francia, 1942)

En el desayuno

de: Gilberto Aranguren Peraza 

 

 

Con desconsuelo el café reclama

lo frugal del azúcar

 

la imagen mecida de pan

desprevenida en el deseo ya olvidado

por su ausencia

invade el cansancio de estas horas

 

como tren adentrándose en el túnel

volteamos la página

con trágicos saltos

de una letra a otra

 

así la primera parte del día

convertida en mármol

se sujeta al curioso movimiento

de las noticias

 

dejando al periódico golpear la puerta

en la brevedad del domingo

 

con sus motivos acuartelados

en escombros

dejamos circular

la sospecha de la verdad.

  

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

miércoles, 6 de julio de 2022

En medio de una taza de chocolate

 

 

Chocolate caliente de Raimundo de Madrazo y Garreta (España, 1841 - 1920)

En medio de una taza de chocolate 

 

de: Gilberto Aranguren Peraza 

 

 

Nunca pensé cómo la envidia transformada

en una taza de chocolate

y con reflejos amargo cubriendo su textura

 

en medio de un aroma dulzón, pudiera coincidir 

con el jugo de los dioses

 

toda esa falta tuya de mirar lo redondo del mundo

mientras otros vomitan, por no entender como hoy

estamos aquí y mañana quién sabe Dios dónde…

 

Así, la persona envidiosa

no mira en el conjunto su dolor

 

y no sabe calcular el radio de la circunferencia

donde existe.

 

Mejor te dejo consumir con tranquilidad

la divinidad de la taza

 

procura no quemarte.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

 

sábado, 2 de julio de 2022

El niño de fuego

 

  

NIños jugando con fuego de Rufino Tamayo (México, 1899 - 1991)

El niño de fuego

de: Gilberto Aranguren Peraza


En aquella noche fría de marzo al diablo se le ocurrió aparecérsele a un nutrido grupo de damas de la alta sociedad. La anciana, para entonces, atendía cariñosamente a la dueña de la casa: la encantadora señorita Rojas, que vivía en una pequeña fortaleza de doble planta y color amarillo, con jardines descuidados y un olor asqueroso a gatos y a perros, y que por su infinita soledad decidió convivir amablemente con la sirvienta hasta hacer de la amistad una fuerte viga de acero. Por las noches, el juego de póquer se convertía en la aventura predilecta de aquellas jóvenes mujeres: las casadas avisaban a sus casas para asegurar que el servicio diera de comer a los chiquillos, y posterior al cepillado adecuado los arroparan en las camitas de las habitaciones repletas. Era un grupo de selectas mujeres acostumbradas a suspender sus sueños para refugiarse en el juego, el licor y el cigarro, siempre a escondida de las miradas traductoras de los maridos. Rojas era cincuentona, de rostro tenso y peinado abombado hecho a la moda, se paraba de su puesto por lo mínimo cuatro veces durante la noche y tocaba el timbre que se encontraba escondido entre las cortinas.

La anciana recordaba cómo la luna, que para ella estaba llena de agua, alumbraba la oscuridad de la calle; las jóvenes, sentadas en una salita que daba a un comedor lleno de cuadros y retratos, lucían los chistes y chismes del día, mientras bebían gozosas el ron cuadriculado con cubos helados. Eran de juegos y de pasar horas enteras disfrutando la velada. A la vieja, más joven que ahora, permanecía hasta el final del convite, acurrucadita en su silla pelando las papas y cebollas para la tortilla del día siguiente, siempre a la espera del timbre.

Inesperadamente, el reloj de la sala dio las doce; la anciana se levantó de la mesa dejando lo que estaba haciendo, y se dispuso a colocar la jarra de café, las galletas y el ron en una bandeja, sabiendo que estaba justo, paradito al lado de ella, con sus ojos negros y una sonrisa blanca. No dando importancia a la mirada, sacó de su pecho el crucifijo y lo dejó caer sobre la blusa y se fue cargada sin mirar hacia atrás. Al llegar a la sala, entró tranquila dejando en una mesa la bandeja con los detalles, prefiriendo pararse en una esquina tratando de protegerse sin decir palabra alguna. Rojas observaba al niño comiéndose las galletas. Tocó a una de las mujeres para que volteara y mirara, las demás siguieron las miradas: El niño comía con tranquilidad y sin angustia, y reía a carcajadas. Sus ojos comenzaron a brillarle más y más hasta convertirse en fuego y un calor incendió el recinto. Todas sudaban a chorros, siendo complicado gritar. Estaban paralizadas. El niño, convertido en fuego, se acercó y las invitó a jugar sentándose en una silla frente a Rojas. Poco a poco, cada una iba levantándose, pero sus fuerzas eran tan poca que cayeron desbocadas al piso. Ella, aún paralizada, no imaginó lo que posterior observaría: el niño se consumió en su mismo fuego, y mi abuela amaneció dormida en su cama sudando frío. 

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

 

 

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Poesía Inquietante

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza

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En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

LIBRO ITINERARIO

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Libro: Los ruidos de la Casa

Libro: Los ruidos de la Casa
La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”