Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

Arte Poética

Pintura de Orestes Bouzon


Autor: Juan Gelma

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío, 

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del, alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui dueño de mis cenizas, mis versos
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.


Autor: Jaime Gil de Biedma

 La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
- sin embargo tan vívido - y el frío
repentino que casi sobrecoge.

La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.

Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.

Es sin duda el momento de pensar
que el hecho de estar vivo exige algo, 
acaso heroicidades - o basta, simplemente, 
alguna humilde cosa común

cuya corteza de materia terrestre
tratar entre los dedos, con un poco de fe?
Palabras, por ejemplo. 
Palabras de familia gastadas tibiamente.

Autora: Fina García Marruf

                                                               (Para las dos de la tarde, solamente.) 

«Alcanza la siembra de caña de primavera ritmo promedio de quinientas caballerías diarias», dicen los titulares de hoy. Parche seco y trompetas. «La siembra de caña de primavera», preludia el grupo de los bajos del coro, iniciando una Fuga, «un ritmo, un ritmo...» contracanta el grupo de la izquierda, y al fondo, las voces femeninas, agudísimas, «quinientas caballerías diarias!» —mientras reinicia su crescendo: «Alcanza la siembra de primavera...» el grupo tenor.



«—Habrá que quitar algunas palabras de este editorial», dice el Director de Coros. «¿Cómo poner una sigla, o la palabra «respectivamente» en la  letra de  una canción?» «—En la letra sí se puede», apoya el Asistente, «pero no en el ritmo. Ahí sólo entra lo que es corto y preciso como una orden. El ritmo es como el sol, o el latido del pulso: no acepta antes ni después. "Una gran tarea económica" es cosa que se dice sobre esa tarea, pero no es ella  misma. ¿Cómo cantar "estabilizar" o "procesado"? Hay palabras obreras y otras  reinas. Pero la música está debajo, como la miel. En ella no entran sino las cosas mismas. "Tan, tan", dice el martillo,  y el  bisílabo reloj. "Toc-toc", le dice el  pájaro carpintero al tronco del roble, y el pajarín binario  picotea "tuit, tuit".  "¡Un ritmo promedio, promedio, un ritmo!"»



  «—Lo de  menos es la sigla» —dice el otro. «Hay algunas que parecen nombres de personas, como Ingrid o Alfred, otras hay que no hay genio que las meta en un danzón: de acuerdo. El asunto es mirarlas, no como una cifra abstracta sino como un apodo en una reunión de familia: algo que se sobreentiende, como la madre que dice al amigo que toca la puerta "él anda por ahí...", sin necesidad de decir el nombre completo de su hijo. También la molécula es una síntesis, y lo es un rayo de luz.»«—Ah, oportunista! Pillín! La música es otra cosa! Tiene que "sonar", ¿entiendes? La música no se lleva bien con opiniones sino que se anda  entre las cosas. Gusta de lo que tiene sustancia, y tiene peso: y luego combina, chiquea, la luna, o tus ojos, mi bien. Los poetas no somos doctores. Nos parecemos más al obrero que hace alguna cosa: harina, pan. Que opinen otros. Cómo se toca "acción negativa o positiva"? Cómo se palpa "respectivamente"? A qué huele "en tanto que"? Pedacitos de palabras, gramatiquerías, andadores para que eche a andar la frase, y no palabras que anden solas. Meta esos "por cuantos" abogadillos en una canción!» «—La caña, la caña de primavera!»



  «—Un error, compañero», dice otro, casi asambleario. «¿Es que no leí yo una canción en la Gaceta que decía cosas así como "programado", "diverso", "establecido", y un poema en que se hablaba de "áreas de cultivo", que puede cantarse como un aria y por qué no, y hasta "índice" y "cuantificable", que es algo que hace un ruidito de lo más agradable de máquinas de escribir y de aire frío, que se siente uno después de oírlo como si se hubiera graduado, y sin estudiar, de matemáticas? Palabras como para leer sentado —usted no ha cogido mucho sol, ni sabe del resisterio,  amigo!—, palabras de esas largas que terminan en "d", como "solidaridad", o "constitutivo"». «—Pero esa no termina en "d", compay», dice un machetero de ojos listos. «—Bueno, es lo mismo. Me gustan las palabras largonas y de cuatro sílabas de esas que usan los que hacen presentaciones, en que uno cruza trechos largos sin ver nada sólido, sino ideas un poco confusas, y al final, el fogonazo que te despierta y enardece hasta el aplauso. No abro un libro yo o voy a un acto para oír las palabras que usamos nosotros todos los días.» «—Giros coloquiales, eso se llama así, y ahora se usa», apunta un estudiante de espejuelitos de la nocturna. «—Bueno,  giros de esos. A mí no me parecen bien. Uno no compra una revista o lee un poema para encontrarse ahí lo mismo que le dice a uno Cheo todas las mañanas, o contesta al que le pone mala cara en la guagua, sino para  oír cosas finas, como una poesía que se sabía mi madre de memoria, porque ella no sabía leer, y yo tampoco la entendía muy bien, pero que me hacía pensar que algún día, yo estaría en un lugar así, limpio y bonito.»«— Siembra de primavera, alcanza la...»



 «—Todo está muy bien, compañeros. Hay gustos y gustos. El caballo anda en yambos y el ferrocarril en anapestos. Aunque yo prefiero decir "locomotora", porque me suena a algo así como a motor loco fogoneando por los campos de noche,  y no carril de hierro que los atraviesa, implacable. Motor que echa fuego, eso es el arte. Hay palabras que tienen todavía la leche materna en los labios, y otras pesadas y puestas fuera de nuestro  alcance, como retropropulsión. Y no que a mí me gusten como  al compañero las palabras porque sean largas o cortas. Las hay largas con alma de pobre, como "cafetera", y cortas que son resecas e incoloras como "sección" o "nivel". No discuto su necesidad o su importancia. Pero yo soy músico. Y los músicos somos como los zapateros, obreros manuales también. Yo no doy opiniones, ni las oigo, para hacer un zapato: me pongo a hacer un par.» «—cosas, cosas reales o soñadas, pero no llanuras de conceptos, sin relieve ni color.» «—Desarrólleme el parecido  de un tacón y un estrambote.» «—Búrlese lo que quiera. Pero por qué tengo que oír a los  que nunca han hecho un zapato cómo debo yo hacerlo? ¿A que no se lo dicen a un físico o a uno que hace casas? Pues yo también soy un técnico. La técnica no es lo complicado sino lo sencillo. No lo que entorpece y traba el movimiento sino lo que lo hace "cantábile". Una oficina en que se trabaja bien presenta siempre un aspecto menos ruidoso y apresurado que otra en que se maltrabaja. A trabajo mejor, economía mayor de esfuerzo. A uno le parece que uno también podría bailar en puntas cuando ve una buena compañía de ballet. El trabajo bien hecho no es el que nos pide más esfuerzo, sino más lucidez. Un perezoso, que no entiende un problema, se esfuerza muchísimo más que otro que ve su solución desde el primer momento. Lo valioso en el trabajo no es el esfuerzo exigible sino el fruto logrado. Una técnica supone  un esfuerzo ya hecho,  no por hacer. Es invisible, como la gracia en un pas de deux clásico. Los aparatos pesados, como las palabras pesadas, son a una técnica nueva como las antiguas maquinarias de los relojes primitivos a los modernos y  útiles: cosas que tienen piezas de más, sílabas de más, y aún la comparación no es buena, pues nada podía ser más bello que aquellas antiguas maquinarias, relojerías misteriosas, con algo intermedio que no se entendía bien. No lo complicado, que  puede ser bello, sino lo inútil, es lo que impide el movimiento. Menos palabras o interminables horas oyéndolas, interrumpiendo el  ritmo. Yo no me meto en el trabajo de los  otros. No digo al que dirige un plan de huevos que meta ahí una contradanza. Él sabe lo suyo. Y que cada uno escoja luego, según su hora y su necesidad, la cesta rebosante de la cena, o el reposo de la música.» «—Hay que escribir como habla  el  pueblo.» «—El pueblo habla así porque no aprendió a escribir: le gusta como habla el otro. Cuando sepa, hablará de otra manera. No lo  influya.» «Pero no perdamos tiempo en palabras: hay que trabajar.» «—Alcanza la siembra de primavera nuevo ritmo promedio de quinientas caballerías diarias, alcanza la siembra, alcanza, alcanza la siembra de primavera!»


Autor: Freddy Castillo Castellano (1994)


(sextina)

No sé bien si se trata de un capricho

o de otra forma musical Su ausencia

es un estilo fugado de mi sueño

que espera una luz de esa mirada.

Se trata también de este desnudo

corazón, consciente en su desvelo.



¿Qué busca aquel que en el desvelo

mueve su mano a ritmo de  capricho,

preguntándole a algún desnudo

astro, si en las noches de ausencia

otras manos convocan la mirada

que todavía se escapa de su sueño?



Porque también se trata de  un sueño

persistente y febril en su desvelo,

que persigue con fervor una mirada,

una mirada que brote del capricho

(o del deseo de conjurar la  ausencia)

y cante sola desde el papel  desnudo.



A ratos interrogo en el desnudo

folio donde respiro, callo y sueño.

Y como un vago signo de ausencia

que se  cubre, aflora en el desvelo,

bajo las alas del frágil capricho,

el lejano  fulgor de su mirada.



Pero es un espejismo  la mirada

en el espejo letal de tu desnudo

oficio,  una nota más de ese capricho

que engaña de nuevo  con el sueño.

No es posible salir de ese desvelo

de arideces rituales y  de ausencia.



La poesía adviene como ausencia

y a pocos prodiga su mirada.

Un lezamiano súbito en desvelo

 a veces esplende en el desnudo

 horizonte del despierto sueño

 y luce, al fin, saciado mi capricho.



Mas, su capricho es ser la ausencia

y se borra el sueño y la mirada

 y me vuelvo desnudo a mi desvelo.

                                          


Autor: Cintio Vitier

Esa energía infinitesimal
que desaparece en la explosión

La inacabable explosión de las galaxias más lejanas

Ese modo que tiene de subir 
el rubor a tus ojos

Lo que no es sueño ni vigilia 
palabra ni silencio

La mañana en que podré salir
ilusionado de la muerte

La luz

El agua Regia

Autor: Pablo Neruda

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de mi vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría
un oido que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
- posiblemente de otro modo aún menos melancólico -,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de sustancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, un nombre confuso.

Autor: Jorge Luis Borges

Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo:
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios
Lloró de amor al divisar su Ítaca
Verde y humilde. El arte es esa Ítaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como rl río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que el mismo
Y es otro, como el río interminable.

 Autor: Vicente Huidobro

Que el  verso sea como una llave
Que abra mil puertas.,
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente queda temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Spolo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”