Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

David Blanco



 Noche Bohemia
David Blanco
A ratos
Mi mente se pierde en la bruma blanquecina
y la turba furiosa de pensamientos febriles
nostálgicos y cancerígenos,
atraviesan el cráneo
con senil indulgencia.
Luego de arremeter me arrullan, 
con cantos monótonos,
danzantes,
vejetes y despampanantes,
esta muchedumbre que nace de mi mente
y muere, en mis manos, al tocar el aire. 

Las rayas y garabatos 
Centrado - ¡Por favor! - 
Mantente claustro con cada letra que brota,
haz perfecto, perfecto, como el horizonte,
jamás tocado.
Escribo - ¡por supuesto!-
no niego la indulgencia,
con los rastros de sangre negra marcada sobre el papel virgen,
talismán, ¿Dónde has parado?, si fue ayer cuando estabas aquí. 

Talló sobre la madera
Noviembre adolecía,
sobre las montañas se observaba el rastro del sol transparente
tornado en violáceo le miraba escondido
al caso, lo hacia hace rato.
Altanero, el transeúnte le observaba, indeciso,  
tratando de entender lo ilógico del ser cautivo,
y tomó con sus uñas, el fruto de corteza,
y grabó con sus manos, plasmó el sufrimiento torpe.
Talló sobre la madera, 
hasta hacer llorar lágrimas sangrientas, 
acurrucado, lamió sus cortes, y siguió tallando,
por el resto de su existencia.

El correcorre diario
Esta noche me abstengo, de ser una persona,
soy letra, soy sentir,
no duermo, no
pienso, siquiera hablo,
hundida la plumilla sobre el asfalto,
escribo, desesperado, huyo
del matutino correcorre diario,
que arrastra consigo, las torres babilónicas
los tragos viejos que llevan al desquicio.
-¡dios libre!-
quizás algún día me deje llevar,
y corra, eufórico, de tropiezo en tropiezo,
sin tiempo de recordar, 
tornar la mente en vuelo prosaico,
martirizando, sin sentir,
autómata templario que vaga obedeciendo.
Mejor, permanecer en el mundo inventado,
para poetas corsarios, que vagan, aun, sin entrar
de manera elocuente, en el correcorre diario. 
 
Ella

Hay un problema, ahora serio,
no hayo concordancia en mis letra vacuas,
mas el estigma dejado por su boca,
me hace escribir cauteloso,
es que no puedo escribir, siquiera una palabra,
sin pensar en su piel ámbar,
sus ojos anochecidos,
y contar, en secreto,
con mis letras privadas,
que cada milésima de segundo,
solo pienso en ella.
Esta vez escribo, las letras no menguan,
es decir, se qué hago, se qué siento,
ahora pienso en su ser latente,
curioso y delicado, sus ojos escapados
por el inicuo cielo del cantar colosal,
ahora, que mi mano no se detiene,
encuentro sentido a lo antes escrito.
Si alguna vez, tus ojos reinantes,
observan las letras, lanzadas como dardos,
a tu cuerpo dócil, a tus claustros labios,
a tu pelo de jazmín, a tus manos de seda,
es mejor que tomes en tus pensamientos
las notas soltadas en la noche bohemia,
y te martirices, pensando en voz baja,
para que así, comprendas el yugo que cargo,
de, en ningún momento, dejar de pensarte,
pues, no lo hago, pues, te necesito.
Quizá,
la algarabía formada en el cuerpo,
es producto, del deseo pitonísico que siento hacia ti,
o tuyo,
o mío,
alguno, es culpable de este acto de amor hiriente.
Cortes

Ella, no tenía el cielo a su favor,
era renegada por la ley divina,
pobre dama, niña cantora del credo nocturno.
Con sus propias manos, labró su futuro,
la ley imperial, le otorgó victoria,
luchó, muchos años, sufrió los cortes del mundo contrario.
Con su luz oscura de púgil juvenil,
consiguió, bien ganados, los años de vejez,
las canas mostraban sus días malos,
no fueron vanos, no fueron estériles.

El dibujo no terminado

En la mesa, un caballo yace tendido,
dibujado a medias, lanza suplicas,
las líneas que faltan martirizan su ser,
cuán triste estará al saber que al final, nada le espera.

Palabras

Como fuego fatuo, parafrasea el inicuo,
consolándose de algún modo, a sí mismo,
que ironía, ahora entiendo,
solo abril, cree saberlo todo.
Colecciono, 
las palabras que resuenan en mi mente,
con tal grima, sarcasmo, sé, tal vez,
las cortinas rayadas, mas que esconder un paisaje,
ocultan, descaradamente,
una pared de concreto.
Pero, no se corta el hilo que me mantiene sujeto,
al creer, que algún día, llegaré a saber algo, 
¿cuándo entenderé que la vida,
lo único que posee, 
es el eterno aprendizaje?

Zapatos 

 Ahora, descansan, después de tanto trabajo,
las mismas trenzas rojas, pares diferentes,
cuero viejo, suela roída,
por incesantes caminares, del lánguido transeúnte.
Ahora, descansan, tranquilos en el rincón,
sucios y empolvados,
pero tranquilos, es lo que importa,
ya trabajaron bastante
¡quizá!

La uña rota
 Hace cuánto,

caí, por el altar de Hera,
en el sufragio de los escalones,
rasgando la carne del dedo pulgar.
Lamentable,
por supuesto,
cuánto necesita para poder volver,
pobre, ya curará.

Pubis

Cierro mis ojos, observo nuevamente,
el color dorado del monte venusiano,
vuelvo a escalar con mis labios prolíferos,
el sabor de su carne me marca el camino,
su textura, es ella, toda ella, la viva imagen del deseo carnal.

Cama

El sueño efímero de las colinas lánguidas e inexploradas,
me lleva, tan pronto puede, arrullado por la canela,
a la búsqueda precoz del cantar coleccionado.
Cuando mas busco, mas distante me encuentro,
me adentro al templo contrario, a observar, solamente,
si alguna mañana, de los amaneceres prontos,
me lanzo en la búsqueda de la suerte perpleja,
gastados los días, trato de encontrar,
el tono perfecto,
la melodía exacta.
  

 


David Blanco: Este personaje proviene de los páramos andinos de Venezuela. En él se descubre una voz muy particular, sonora, hermosa, cálida y tremendamente juvenil. Es un joven atraído por la palabra. Para él la palabra es parte de su vida y de sus emociones. David es un descubrimiento que nos alegra y nos hace sentir orgulloso de tener en nuestros pueblos gente que se estremece por la palabra de otros y nos cautiva con la suya. Aquí una muestra de su obra clara y sencilla.

 

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”