Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

sábado, 14 de noviembre de 2020

El crimen de las formas

 

Crimen y castigo de Nicolae Vermont (Rumanía, 1866-1932)

 Autor: Gilberto Aranguren Peraza

 

Entre piernas y vino

fueron asesinadas

las formas de esta noche

 

con ella el cristal por donde miramos el futuro

 

el árbol del centro del patio

ya no canta la misma melodía

 

cuando llega la tarde

 

los animalitos tienen ganas de beber

el agua caída en los cuencos

hechos con hojas secas de palmas

 

las mariposas juegan con los sonidos

de la salamandra

 

al final del día se abalanzan a mi cuerpo

las horas

ocupando las mismas heridas por donde atravesaron

los puñales.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Los fantasma en mi memoria

 
Los fantasmas de Paolo y Francesca se aparecen a Dante y Virgilio de
Ary Scheffer (Francia, 1795-1858)

Autor: Gilberto Aranguren Peraza 

 

Me atendió bajo el marco de la puerta de entrada. Al darse cuenta por completo de mi presencia bajó la guardia y pude ver cómo sus pómulos se distendieron y cómo sus manos tomaban la mía con una alegría sospechosa. Se veía feliz. Algo más delgada ha como yo la recordaba; miré hacia adentro y vi dos jóvenes jugando con una niña. Jugaban con agua, se bañaban. Me maravilló ver los rostros alegres y distraídos de la presencia desconocida. Al rato estaba en la cocina, la señora preparaba café o té, no recuerdo, solo veía y sentía algo extraño en su presencia; pregunté por mi amigo, al fin y al cabo había tocado la puerta para verlo, pero me dijo de los años sin verlo y de la presencia de mujeres en su vida como si fueran una maldición. Se sonrió y me abrió la puerta. Fue entonces cuando me di cuenta de la presencia de todos los fantasmas en mi memoria.     

 

 

lunes, 2 de noviembre de 2020

La decadencia

 

La barricada de Bernard Buffet (Francia, 1928 - 1999)

Autor: Gilberto Aranguren Peraza

 

Hoy llegaron las luciérnagas

embestidas

traen un breve sonido del jardín.

 

Como cigarras conmueven este silencio.

 

Los perros continúan saltando

como mariposas

los veo desde la terraza

en nada se parecen a los míos

siempre luchan

por ocupar el lugar de mi preferencia.

 

En cambio aquí

poseen un raro aroma civilizador

 

me los imagino sentados en la mesa

como niños

 

ayer vi a una pareja

locos

(no pueden ser llamados de otro modo)

paseando a un perro en un coche

 

vaya eufemismo

de padres amorosos

extraño síntoma de la decadencia

 

ojalá todo pasé con la siniestra velocidad del tiempo

espero no estar aquí

para cuando me toque limpiarle el culo a los perros  

 

lo terrible es mi risa ante este lustrado hecho.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Juguemos con el enemigo (Cuento)

 

Niños jugando de Victor Gabriel Gilbert (Francia, 1847 - 1933)

Autor: Gilberto Aranguren Peraza 

 

Diversos eran los juegos que a diario ejercitaban, sobre todo en las tardes, aquellas rayadas de un sol inclemente y sustancial, que acusaba la llegada pavorosa de las lluvias pero que al final era el reducto asombroso de una amenaza, que no pasaba de nubes grises, gordas y un viento que suavizaba el día hasta llegar, definitivamente, la oscuridad. Era cuando recogían algunas herramientas de juego y se colocaban, sentaditos, en la acera a la espera de los vecinos que regresaban de sus trabajos para jugarles una de las suyas. Era el mes de agosto y las vacaciones eran propicias para pasar el día entero en juegos y peleas. Procuraban iniciar el día con un asomo tranquilo en las lomas, para ello se levantaban muy temprano y correteaban el campo sin descansar. Eran tres jovenzuelos que no pasaban de ocho años, pero que dominaban cada rincón de los alrededores. Temían a las implacables palizas, pero adoraban las siniestras peleas con los del otro lado del río, porque así demostraban no sólo la fuerza sino la valentía extrema ante el poderío austero de los chicos del otro lado, quienes poseían no sólo las agallas sino las armas destructivas para los enemigos. Ellos sólo poseían sus manos y una severa forma de golpear hasta el extremo de privar de la respiración a uno de aquellos que se atrevió a traspasar los límites espaciales. Por supuesto, este hecho, no sólo fue condenado por los del otro lado del río, sino que juraron que cobrarían venganza apenas se diera el oportuno momento.

Por esos días los del otro lado del río celebraban airosos la cosecha, llevando a cabo una serie de actividades y juegos que generaban una jerga que no paraba en tres días, dejando una estela de borrachos y de mujeres desvestidas a todo lo largo de los caminos y de los litorales. Era propicia cualquier estratagema venida de la inocencia, sobre todo si esta estaba adscrita a la idea de pasar un rato alegre y bullanguero. Agosto se hacía más cálido con sus brisas suaves y la inconfundible manera de encubrirse las tardes con esa particular manía de la luz que energizaba las frentes de todos. Los tres mozuelos miraban cómo sus vecinos arrojaban enormes cantidades de licor en toda la vega que daba al río. Desde lejos, breves aires humedecían lo que quedaba de la tarde la cual se despedía animada pasando a una noche diferente. A una distancia perdida, y sin aceptar a ser vistos, montaban la guardia para luego asirse con la estrategia voluntaria de hacerle una jugarreta al enemigo, quienes custodiados por los padres habían evitado acercarse al río, situación que dejó a los bandidos esperando el momento para atacar sin la contemplación del perdón y la compasión. Fue una sorpresa al ver que una figura diminuta se confundía con la noche y semidesnudo caía sin premura en el pozo acanalado que dormía en las riberas. Fue cuando el más listo decidió desvestirse apresuradamente y lanzarse al agua como si fuese un caimán, silencioso, calmado y sin el menor rasgo de imprudencia. En el pozo, el niño jugaba solo con el agua y se divertía mirando el universo de estrellas que aparecían, inescrupulosamente, en el firmamento, derritiendo toda sensación de tremor y vacío. Dos pilluelos se sentaron en la orilla siendo invitados ansiosamente por el que estaba en el agua, y  como por cosas del destino le gritaban que no harían la misma gracia. Más allá se oían ruidos y cantos que enganchaban la noche con una serie de escenarios para el goce y la fiesta. Una cabecita, con un pelo raso y dos ojos abiertos fue lo último que vieron los párvulos esa noche, además fue el último recuerdo que tenían de aquel niño que jugaba a diario a las escondidas.

Cuatro niños jugaban en la planicie, divirtiéndose y entretenidos, sin conocer el secreto que deja la línea entre el litoral y sus terrenos. Siempre son vistos haciendo escaramuzas en todo el campo. Parece que no han entendido que el tiempo, eso que ellos no recuerdan, se escondió apresurado entre las piedras.

 


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En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

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Libro: Los ruidos de la Casa

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La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”