De noche cuando grito

 

 

Tobias con el ángel de Anton Losenko (1737-1773)

 Gilberto Aranguren Peraza

 

De noche cuando grito en la soledad

de la habitación, siento tu abrazo defenderme.

 

Tú eres el único a quién acudo para entregarme

al descanso porque me tratas con ternura y colocas

tu oído en mis labios. ¿Viste cómo mienten, cómo aman

lo falso? Tú por mí haces cualquier cosa. Te entregas

sin cautela haciéndote uno conmigo. Y soy feliz.

 

Nos quedamos callados en la cama ofreciéndonos

el cuerpo como sacrificio, cada centímetro de piel

es un ancho anuncio de alegría. Brindemos, el vino

se evapora y el tuyo se deshace del pan servido

al mediodía. No nos queda otra cosa. Dormir

en paz y abrazarnos fraternalmente

hasta el amanecer, porque sólo tú me ofreces

un seguro rincón en este mundo.

 

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Me levanto a diario con una queja

 

 

Claudio e Isabel de William Holman Hunt (Reino Unido, 1827-1910)

 Gilberto Aranguren Peraza

 

Me levanto a diario con una queja y siempre

te encuentro enredado como hiedra en las piedras

de la pared. Por eso pongo mi oído en el muro

para ver si puedo escuchar tu voz. Pero nada

se escucha. Tan adentro estás, por eso nada se escucha.

 

Nos hacemos promesas, y cada cual queda esperándose

uno a otro. Como un insensato más, creo a veces ver

lo inaguantable de tu mirada. Pero nos castigamos y

en la profundidad del abismo de ese hueco impenetrable

en la pared ni tu ni yo nos escuchamos.

 

Así espero tu abrazo. Un beso infinito dado

en la boca. Una alegre mirada después del almuerzo

y el halago tuyo cuando me duermo y

me observas con tus ojos de almendra,

 

las mañanas parecen una onda eléctrica

por donde, de forma inesperada, huimos los dos

hasta el abismo de la tarde

 

al final dormimos en un abrazo hasta un nuevo amanecer.

 

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El tiempo es una ranura en el espejo

 

Joven con un cordero de Michelangelo Merisi da Caravaggio (Italia, 1571 - 1610)

Gilberto Aranguren Peraza

 

El tiempo es una ranura en el espejo

 

y veo en el cabello, cómo han caído

paulatinamente

algunas formas geométricas del paso

certero de su flecha. 

 

Es curioso ver cómo he pasado

parte de la vida sin darme cuenta

de la conversión de mi ombligo

en un centro de atracción.

 

Por eso salimos corriendo. Espantados.

Mi sombra y yo.

 

Dejándola atrás. Ella cuida

el ejercicio de la pasión por una flor.

 

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¡A celebrar, nos ha llegado una buena noticia!

 
 

Rafael Cadenas (Barquisimeto - Venezuela, 1930)

La noticia de que el barquisimetano Rafael Cadenas (1930) ha ganado el Premio Cervantes 2022 rompió todos los principales portales de noticias en el mundo. Una noticia que nos permite respirar un nuevo aire en medio de tantas calamidades que el pueblo venezolano ha estado viviendo en los últimos tiempos. ¡Nos ha llegado una buena noticia! Alegría que por demás muy evangélica y optimista, nos habla de esas rendijas que se abren en medio de tanta oscuridad y nos muestra una luz esperanzadora. 

El Premio Cervantes otorgado a personalidades como Jorge Guillén, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Alvaro Mutis, Cristina Peri Rossi, Mario Vargas Llosa, entre otras personalidades de las letras castellanas, ha colocado en su listado a un hombre de gran sensibilidad y sencillez: Rafael Cadenas, el Príncipe de la Poesía como lo llamó una vez Armando Rojas Guardia.

El maestro hoy nos conmueve con su palabra, con sus mil veces "Derrota" y nos deja extasiados con la "Intemperie", llenándonos de alegría, de mucha alegría, de una inmensa alegría. 

Hoy las letras venezolanas se visten con infinita gratitud, y creo, desde esta humilde esquina, que la Academia Sueca no tendrá, de ahora en adelante, ninguna excusa para no tener a Rafael Cadenas como un firme candidato al Nobel de Literatura.

Venezuela, venezolanas y venezolanos, ha llegado una buena noticia. Es hora de celebrar.      

 Desde La Isla Inquieta

Las arañas

 

 

Chico chica a la derecha la araña de Javier Vilató Ruiz (España, 1921 - 2000)

 

Gilberto Aranguren Peraza

 

Las arañas

 

 

 

Aquí podemos guardar silencio

tal vez hablar

pero sin alzar la voz.

Construimos en la casa una red

de hilos infinitamente delgados, tejíamos

cada una de nuestras historias y un incontable

mundo de ruidos y maromas surgían

después de la hora de la novela.

 

Aliviados por la poca prudencia de las horas

sumergimos nuestras vidas en un silencio

eterno. Nunca pudimos decirnos con asombro

lo mucho dado por el amor. Preferimos tejer

y tejer

y poco a poco nos convertíamos en la antítesis

de la fertilidad

y perdíamos belleza,

 

como toda Minerva ofendida entabló la batalla

hasta transformar a cada uno de nosotros

en una inofensiva araña.

 

Fuerte se sintió el duro golpe. Sentido.

Cuando por cosas del destino estaba

el periódico en la silla.

 

Nos aplastó sin contemplación.

 

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