Claudio e Isabel de William Holman Hunt (Reino Unido, 1827-1910)
Gilberto Aranguren Peraza
Me levanto a diario con una queja y siempre
te encuentro enredado como hiedra en las piedras
de la pared. Por eso pongo mi oído en el muro
para ver si puedo escuchar tu voz. Pero nada
se escucha. Tan adentro estás, por eso nada se escucha.
Nos hacemos promesas, y cada cual queda esperándose
uno a otro. Como un insensato más, creo a veces ver
lo inaguantable de tu mirada. Pero nos castigamos y
en la profundidad del abismo de ese hueco impenetrable
en la pared ni tu ni yo nos escuchamos.
Así espero tu abrazo. Un beso infinito dado
en la boca. Una alegre mirada después del almuerzo
y el halago tuyo cuando me duermo y
me observas con tus ojos de almendra,
las mañanas parecen una onda eléctrica
por donde, de forma inesperada, huimos los dos
hasta el abismo de la tarde
al final dormimos en un abrazo hasta un nuevo amanecer.
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