Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

lunes, 12 de octubre de 2015

Cualquier átomo es apenas una brizna colocada en mi cuerpo.




Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Cualquier átomo es apenas una brizna colocada en mi cuerpo.

Somos testigos de este verano donde se tejen los abrigos en recuerdo al frío del otoño.

Aún desnudos no quiero andar por esas orillas de la calle, donde los poemas bailan distraídos al ritmo silencioso de los cuerpos y tu, apenas como el día, sorprende cada acento dejado en el papel.

Y veo a Dios acompañarme en mi lecho, tan amoroso como la noche, tan frágil como las horas y las manos se convierten en curiosas. Ellas me hacen cosquillas en la piel mientras deshojo cada letra del “Canto a mí mismo” y susurro mi vulgaridad en cada bolsita de té, en este preludio de amanecer donde el niño se queda dormido, y se descubren las canastas llenas de frutas traídas no sé de dónde.

Y en el marco de la mañana los ruidos y los cantos se convierten en susurros para espantar las pesadillas.

No esperes mi aparición después del almuerzo, recuerda el silbido del viento en las tardes cuando abril despertaba sentado en la montaña y los abrazos solo fueron el preludio de toda una vida en tu olor.

jueves, 8 de octubre de 2015

De reojo observo las jóvenes caricias

Caricias de Ernand Khnopff (Bélgica, 1858 - 1921)




Autor: Gilberto Aranguren Peraza

De reojo observo las jóvenes caricias
siento que me hablan
en ello me estremezco en las sonrisas alimentadas por la noche
ahí, los encuentro acurrucados desgranando los miedos
tumbando sus manos
olvidándose de que sus rostros atraviesan descansados
un fotón que aparece de la nada.
Con audacia sus ojos entran en un abrazo.
Mientras la luna, madre de la discontinuidad,
del sosiego inteligente y la materia
juega al sentido inverso y transforma el espacio en tiempo
colocando la ternura en la ventana
del recinto donde duermen entregados a la movilidad del destino.

viernes, 2 de octubre de 2015

La mano






Autor: Gilberto Aranguren Peraza

Diluyo mi cuerpo en la imagen
Y la esperanza volcó
                               la mano hacia la derecha
Ahí estoy yo
                Esperando que las luces despierten
Para irme directo al infinito



Se apagaron poco a poco imitando al sol en su despedida y un joven entretenido, entendía que el instante subrayaba la fragancia, entusiasmando a la mano que se conducía, sin control, por la frágil monarquía escondida entre las piernas. Aquella, ni se inmutaba por el simple ejercicio del querer. El silencio; único y sincero, alumbraba grandemente los rostros, mientras la mano continuaba el rumbo calmado pero con desespero. Una callada mirada, entre la oscuridad y la sombra de unos dedos, deambulaba por la carretera de la vida, y entera subía y bajaba con roces suaves y cariñosos encima de la tela.
Calculaba los pasos de los dedos, iniciando la diversión de aquella osadía infantil. No era fácil, aún en medio de la oscuridad favoreciendo el íntimo estímulo. Los dedos tendían el recorrido por el brazo cercano, y tomaba las manos que, abiertas, se encontraban para entrelazarse y afianzar el descanso. La mujer, con breve sutileza, abría la cremallera e imaginándose que la mano suave entraría, perfectamente, por el orificio. El pantalón, como obstáculo, se convertía en la masa flexible y elástica que dejaba pasar entre sus fibras la sombra inusitada y atrevida. La mano descubrió como por magia, que había un pasadizo secreto y encabritó hasta llegar a la puerta. Dispuesta, inicio la entrada.
Todos los cuerpos se endurecieron, la mirada fija en la mano y un largo aliento dejaba la sensación convertirse frágilmente, en un éxtasis único, el ritmo era seguro. Una gota de sudor corría por la frente del joven, mientras que la mujer se despertaba con un temor que sólo podía ser calmado con un final explosivo. Y el alma, el alma del joven se escondió en su mano y por el agujero entraba la misma que besaba la boca, y los ojos impregnados de la luz caían suavemente ante el dominio de la fuerza. La mujer caía, su cuerpo blando se enfurecía y el murmullo se levantaba, mientras las luces despertaban el conjunto. Un sinfín de reconocimientos subían por entre los ojos y los pocos espectadores se levantaban de sus asientos, mientras una pequeña puerta daba a la calle lateral. Como siempre, ella se levantaba extasiada y descansada: “La mano que mece la cuna” le había dado esa tarde una tremenda lección: no invites a desconocidos a tu casa.

domingo, 27 de septiembre de 2015

El ascenso del hombre de almendros




Autor: Gilberto Aranguren Peraza




Un hombre de almendros
se sumerge
cuando cantan las hormigas
surge cual fantasma
de la montaña  
pacientemente
sube sin agua
no lo detiene el sudor
es sequía
yerta en sacrificio.

De súbito ve el cielo tan alto
por encima de los árboles
bordea el camino elevado
de proyectos
escucha música
descubre un río
firme y justo
detenido cuando lo oprimen.

Inquietud

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Entradas Inquietantes

Poesía Inquietante

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza

Itinerario. LIbro de Poesía. De: Gilberto Aranguren Peraza
En nuestro día a día, perdemos de vista las cosas sencillas de la vida, el autor Gilberto Aranguren, a través del género poético, construye imágenes que conforman la interioridad de su mundo, le da importancia a cada aspecto de su vida y elige con cuidado aquello que le parece valioso y que pueda marcar totalmente la diferencia, él sabe que hay un mundo en su interior invisible para los demás y que cada evento exterior representa una ventana a su interior, ¡sus poemas son su reflejo!

LIBRO ITINERARIO

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Libro: Los ruidos de la Casa

Libro: Los ruidos de la Casa
La casa es un tejido de ruidos

Los ruidos de la casa

LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”