Autor: Gilberto Aranguren Peraza
Los hermanos de sangre
y leche de agua
se sientan en la mesa de guerra.
Sus risas asombran
al señor quien con rostro enemigo
los entrega a las trampas.
Sus manos agradecen
el cultivo del valle
sus verbos dilatados
espantan el perdón
mientras los seres almendrados
deambulan en las calles de gritos.
Como siempre hermano de alma, pulsando en tu poesía el murmullo de la gente, ese murmullo que quiere ser escuchado, tu poesía me recuerda aquella frase de la Iglesia que se volvió grito de "no podemos callar"...
ResponderEliminarHermano, ¿Cómo estás? Todo esto toca esa fibra neural que nos arropa y que nos conduce a pensar que nuestra espiritualidad colectiva ha sido trastocada de una manera terrible. Nadie sabe aún la magnitud del daño que se le ha hecho a la conciencia y a la fe del pueblo en sí mismo. Creo que nos toca esforzarnos en nuestras aulas en la tarea de reconstruir una nueva espiritualidad que responda a las circunstancias de los años venideros y que sea un asidero para que estas cosas no se repitan nunca más en nuestro país. Nos queda mucho por hacer, aún hay país. Un abrazo fraterno. Gilberto Aranguren Peraza
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ResponderEliminarGuao! Se me inflamó el corazón!
ResponderEliminarHola Maigualida, mis cariños fraternos, toda esta realidad por supuesto que nos inflama. Tiene que hacernos sensible para entender la lógica de los que pretenden gobernarnos. No nos pueden hacer enemigos, esa no es su función. Un abrazo. Gilberto Aranguren Peraza
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