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Carleth Morales Senges (Caracas, 1971) |
Carleth Morales Senges
Ojos de luna llena
Cuando paseo con mi mamá por mi barrio, las vecinas dicen que soy una niña muy guapa, que tengo la nariz de papá, la boca de mamá y el pelo de mi hermana, pero que los ojos... ¡Ay, los ojos! dicen que no se parecen a los de ninguno en mi familia, que son muy grandes, como de luna llena. ¿Será por eso que veo cosas que nadie ve?
Un día, asomada a mi ventana, vi a una señora que cruzaba la calle con un bebé en brazos. Me extrañó que llevase un par de alas blancas en la espalda y le pregunté a mi mamá que por qué lo hacía. Ella miró, miró y volvió a mirar, pero no vio nada.
Entonces me explicó que las madres son ángeles que llevan a sus bebés, y que quizá por eso yo era capaz de ver sus alas. Eso sí, me advirtió que no se lo dijese a nadie, porque sólo las personas especiales podían verlo.
Mi mejor amiga, Carolina, que también tiene siete años, me dice que mis ojos son tan grandes que caben en ellos todas las nubes cuando miro al cielo y que, si no pestañeo, hasta puede ver osos y otras formas si sopla fuerte el viento.
Mi maestra me dice lo mismo. Ella, que está embarazada, pronto tendrá un bebé. La semana pasada, cuando se despidió de nosotros, vi que salía de su pecho una luz muy brillante. Yo le dije entonces que su pecho también parecía una luna llena, como las de la playa en verano.
Mi mamá me ha contado que a las mujeres antes de tener a sus bebés, se les llenan los pechos de leche para poder alimentarles cuando nacen, y que por eso yo soy capaz de ver que sus pechos brillan.
—¿Y a ti te brillaban los pechos cuando yo nací? —le pregunté.
—No —me respondió.
Así supe que yo había llegado antes de lo esperado, que estuve muchas semanas en el hospital y que los médicos esperaron a que estuviese muy fuerte para mandarme a casa, que por eso a mi mamá no le había dado tiempo de que sus pechos se llenaran de luz.
Me contó que me alimentaban con leche de otras mamás, de esas a las que les brilla el pecho, como a mi maestra, y tienen alas en su espalda, que son capaces de ver lo invisible y oler lo imperceptible, escuchar por las noches el llanto de un niño a kilómetros y dormir a cualquier bebé en sus brazos.
Esa noche, antes de dormir, me puse a pensar en lo que me había contado mi mamá y ¡zas! encontré la respuesta: mis ojos son los de esas mamás que me alimentaron cuando nací. Con razón no se parecen a los de ninguno en mi familia. ¡Claro, y por eso veo cosas que nadie ve!
Al día siguiente, en el recreo, se lo conté a mi amiga Carolina y ella tuvo una gran idea. Me dijo que tenía que buscarlas, tenía que encontrar a esas mamás para darles las gracias por darme de comer cuando nací y hacer que mis ojos fuesen de luna llena. Desde entonces las estoy buscando, pero todavía no las he encontrado.
Como ya he aprendido a escribir, he hecho un cartel, que he colgado en mi ventana, y dice: «Busco a mamás con alas en su espalda, pechos brillantes y ojos de luna llena, para darles las gracias por haberme alimentado al nacer».
Pero aún no ha aparecido ninguna. Cuando salgo de casa me le quedo mirando a cada mamá que encuentro en el camino, a ver si reconozco a alguna, pero nada.
Cuando voy en el Metro, al parque, al supermercado, a la biblioteca... Quizá todas las mamás que veo me han dado de comer, o ninguna.
Por eso he escrito esta historia, para buscar a esas mamás y darles las gracias. Si alguien las conoce, quiero que sepan que sin ellas yo no habría crecido tanto, no sería tan inteligente, no habría aprendido a nadar y no sabría cantar. Porque canto muy bonito.
Quiero que sepan que las estoy buscando y que, si ven a una niña de siete años, morena, de pelo largo negro y ojos de luna llena, soy yo. Que no se asusten si me les quedo mirando, es que intento reconocerlas. Si las encuentro, podré darles las gracias personalmente, si no, quiero que sepan que les estoy muy agradecida.
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Mamás que donaron su leche al Hospital 12 de Octubre en 2007: ¡Muchas gracias!
El 18 de mayo de 2014, este cuento obtuvo el Primer Premio del Concurso de Relatos del Hospital 12 de Octubre de Madrid y encabeza el libro Gotas de leche para cambiar el mundo. Relatos sobre la donación de leche, editado en 2018 por el Servicio de Neonatología del Hospital Universitario 12 de octubre de Madrid, el Banco Regional de Meche Materna Aladina-MGU y el Instituto de Investigación del Hospital 12 de Octubre.
* En homenaje a las mamás que inauguraron el Banco de Leche del Hospital 12 de Octubre de Madrid en 2007, a esa generación de bebés receptores y a los profesionales que desde entonces lo hacen posible.
©Carleth Morales Senges
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