Carmen Rosa Orozco (Venezuela, 1978)
Carmen Rosa Orozco
Día 429 / Palabras que ruedan
Si las palabras pudieran liberarme escogería la vida y no la muerte. Todo estalla y nada revolotea en tus ojos, sin señalar, sin menoscabar lo adyacente, girando como piedra astillada hasta no parar, apoteósica como una muralla infranqueable. Palabras, palabras, fui nombrada por una palabra antes de nacer entre los labios de mis padres adolescentes, escondidos, buscándose entre sábanas incestuosas de una rancia brecha familiar donde la niebla borra y no deja significados heredados a sus descendientes. Crear la fina hebra que conecta los vocablos con los espíritus que se esconden en mis manos aún jóvenes, plenas de belleza, marcadas por finos surcos que solo yo puedo ver, por donde se conducen las voces que oigo, que siempre oigo. La casa está anegada, en el agua nadan telas de colores, salgo a atrapar las letras que flotan sobre ellas, letras para formar frases olvidadas y no dichas, besando tu cuello sobre la inundación, atrapando los verbos que saltan de tu boca hasta mi aliento. Apresurada, desesperada por encontrar algo, buscando donde han decidido callar, dejando la polvareda detrás de mi sombra. El frío endurece los pliegues de mi piel y no hallo tus respuestas, el amor nos sobrepasa olvidando esta época de odio que nos ha tocado vivir, he decidido amarte sin esperar una palabra o alguna retribución silenciosa. Renglones dispuestos para perderme en los trayectos difusos del tiempo, días asincrónicos donde las espirales se convirtieron en líneas rectas y sin maniobrar. La creación fue mencionada para hacerte florecer en cada rincón y abertura; insectos de luz que se debaten entre la pared y las cortinas, martirizando mis oídos ante sus constantes aleteos que beben lo que he dejado de ser, alucinada en ti para encontrarte.
Palabras que ruedan de mis uñas,
cada rasguño encontró algo distante,
sumida por entero en tus comas y bifurcaciones,
extendida como tronco en las aposiciones que te enredan a mí,
sin comprender el sonido preciso de las consonantes
y la ausencia de signos ortográficos.
Tus besos, todos tus besos, marcaron la diferencia,
y estuve alejada
como quien cruza los charcos de la destrucción para salvarse
de manera egoísta y sin intenciones.
No hay nada malo que pueda seguir sucediendo
porque un universo inextinguible de libros reposa allí.
Te ubicas en los confines de lo no imaginado
anunciando el encanto que produces cuando te miran,
construir puentes de hablas cuando no deseas conversar,
escondida en un montón de palabras que ruedan
de manera agonizante y fulgurosa a la vez.
©Carmen Rosa Orozco
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