Ida Vitale
Poemas de
IMÁGENES DEL MUNDO FLOTANTE
PALOMA
Posada la paloma
en la pared blanquísima
blanca es y reverbera,
es de veras,
es verbo,
nos venga.
Blanca posada pide,
pasajera.
De pronto es negra.
Vuela.
MARIPOSA, POEMA
En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, es un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz, como las Dichas.
TERUTERUS
“Fie, fie, fie! now would she cry;
“Teru, teru” by – and – by.
Richard Barnfield
Teros instantáneos
teros tersos
flagrantes en la grama
envainados en su aguzado gris
a la sirga del grito van
descarriados adrede
teruterus
teruterus
tantos
aquí
en el trampal donde menos se piensa,
gritan.
COLIBRÍ
La resolana que vibra,
un breve sol en el seto,
un ts ts que al aire libra
su peligroso secreto
y ya la flor disminuye
ante el prodigio de pluma
que surge y deslumbra y huye
y sólo alcanzo por suma
terca de años, en que presa
del hechizo, sigo en vano
la milagrosa destreza
que lo suspenda en mi mano
y entonces por un segundo
sentir cómo late el mundo.
MANZANA
En la ventana
un volumen rojizo de paz
es la manzana.
Parecería qué loca
si volara
hasta de su saber despreocupada.
Andaría zorzal
de no quererse canto en nuestra boca
a la hora frugal.
Detrás, el sol
se pone igual de rojo
y no es mayor.
RÍOS
Lejano, en esta orilla del río,
uno suele imaginarse lejano,
a orillas de otro río,
imaginándose en esta orilla
a la espera
de que desciendan
ríos misteriosos.
VIDRIO
El simple vidrio
no fenicio, apenas servicial,
el frasco rústico reluce,
mojado su a través
como cristal.
Es bello, y misteriosa,
mientras no interceptada,
su paz.
EUCALIPTO
Pálidamente florecido el eucalipto
soporta solo, en su sitio incambiable,
la lluvia.
Ve avanzar, de sombrero a tobillos, amarillo,
al ciclista. Sacude el árbol
su follaje febril, su ramazón mojada.
¿Cómo podría decir su pánico ante tanta
intensidad, serpentina, amarilla?
MARZO
Marzo marítimo mana fulgores.
Jugos súbitos entre las copas
brindan por el misterio
de este tiempo vacío de magia
pese a su bando de prodigioso,
prodigante otoño.
Nada, sino los modos del sueño,
habrá cambiado. Nada
excepto los alivios del olvido.
Condiciones de luz y de desánimo.
Y no hay Madagascar incandescente.
HABITACIÓN
¿Mantener frívolos saberes
entre los rápidos de un río,
y sabrosas perezas matutinas
mientras parleros pájaros proclaman
la luz que a todos nos concierne?
¿El paradero aislado
en la intemperie comunal,
la aplomada confianza en el auxilio
si la sobrevivencia afila
útiles garras?
Temblamos con el viento,
tenemos miedo de lo oscuro y alto.
Cómo olvidar la torpeza lentamente adquirida.
Parásitos de la nada
de las habitaciones cargadas de todo,
glosamos las cúpulas agrestes,
esa opuesta belleza.
Soñamos con soñarla.
Pero, girando en un aire de orates,
orando por no perder nada
de lo perverso, vertemos nuestra vida
en reparos sin riesgo.
Siempre en el hoy, apenas,
tan de penas tejido.
CASA
Canta esta casa.
¿Baila en la noche a solas?
Casi escondida dice
una historia todavía humana
que una cometa china,
balanceando en el roble sus colores ingenuos,
traza, traduce, mientras
suave
la mueve el viento.
Su gracia es de este mundo
y nos salva de esas flores
sin estaciones
nacidas bajo el árbol del Mal.
Su resplandor avanza
– una imagen que vuela a nuestro paso –
hacia otro tiempo
que duele el alma mudada que la mira.
Desde su secreto canta,
canta aun delante
de una estatua de sal desmoronada.
Se recompone ya distinta,
para otros ojos que la miren,
luego,
diversas en su misterio.
CASAS
Salas de sombra, ciegas, casas solas,
nos miran con paciencia partir,
nos gravan con su inquietud,
suspendidas en umbrales esperan.
Saben que siempre se regresa a ellas,
al silo que su sitio significa,
más que a la ciudad misma.
(¿Pero en qué noche regresamos? ¿Cómo?
¿A ser fantasmas, con el celo lo adventicio,
que ambula sin sustento?)
A veces a nuestra espalda caen.
Luego,
un dibujo de puntos
cuelga el balcón ausente
y visiones se asoman pero ya no nos miran.
ESTILOS
Tanto cuarto atestado
y vas por ilimitados vacíos.
La tribu, atribulada sin saberlo,
atestigua su idea
del arte
del espacio
– tan sin paz – y las aspiraciones al milagro.
No mires la carencia,
lo triste bajo vidrio.
Cada marco propala un cielo mínimo,
la apocopada imagen de un bosque,
aguas, ponientes,
trazos, a veces rostros.
De todo fluye
lo involuntario: del cromo romo,
del vaho de las flores de tela desvaída,
de un almanaque sumiso al tiempo por venir.
Todo es mar de tu muerte.
Pide un desvío al paso,
a un tris del sí ya triste,
admite el espejismo,
todo fulgor,
del bosque, amén del mar
y entra a ese sueño.
SOL TAN TENUE
Sol tan tenue que apenas se deduce
de una gasa de sombra,
de un levísimo pío:
hay un paraje aquí
que no codicia nadie,
por nadie resguardado.
Lo señala esa nube que sangra
su inapresable forma.
Pero
la nube cambia de sitio a cada instante,
síguela,
observa sus agüeros,
inaugura,
que no llegue lo cierto a aguar el gozo
en su pobre guarida.
Y recoge los oros
que pagan tu ninguna codicia.
IMAGEN DEL MUNDO FLOTANTE
Avanza recto el amatista,
sin embages,
da, cruento,
sobre el amaranto carmesí
y centellea en el sumiso cristal.
Cuesta sobreponerse a este doble poniente.
Esa vidriada imagen que te ciega,
como a veces el mundo,
aquí, donde nada puede durar,
pronto será flamante ruina.
En tanto, multiplica runas
de dramático aviso
que dicen malandanza y danza
de la muerte
y aguardas ver tu reflejo allí,
humo flotante:
Es amargo ser Tántalo, ¿Vale amar?
Igual pasas crujía,
inauguras tus peores augurios.
Mientras llegue la noche,
una vez más cerrada, sigilada,
sigues, válganos Dios,
macerando en ese mismo alcohol
la pupila, el pabilo del alma
que ve los males que la matan.
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