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Jacob Grimm (Alemania, 1785 - 1863) y Wilhelm Grimm (Alemania, 1786 - 1859) |
Los enanos mágicos
Los Hermanos Grimm
Había un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, llegó a ser tan pobre que no le quedaba material más que para un solo par de zapatos. Lo cortó por la noche para terminarlo a la mañana siguiente. Después, como era hombre de buena conciencia, se acostó tranquilamente, rezó y se durmió. Al levantarse al otro día se dispuso a trabajar, pero encontró sobre la mesa al par de zapatos ya hecho. Grande fue su sorpresa porque ignoraba cómo había podido ocurrir esto. Tomó los zapatos, los revisó y estaban tan bien hechos que eran una verdadera obra maestra.
Entró en la tienda un comprador, al que agradaron tanto los zapatos, que los pagó al doble de su precio. Así, el zapatero pudo comprar con este dinero cuero para dos pares más. Los cortó también por la noche y los dejó preparado para hacerlos al día siguiente, pero al despertar los halló también terminado; tampoco le faltaron compradores entonces, y con el dinero que obtuvo de la venta pudo comprar cuero para otros cuatro pares. A la mañana siguiente, los cuatro pares estaban también terminados y, por último, toda la obra que cortaba por la noche la encontraba terminada a la mañana siguiente, de manera que mejoró su situación económica y casi llegó a volverse rico.
Una noche cerca de Navidad, cuando acababa de cortar el cuero e iba a acostarse, le dijo su mujer.
-Vamos a quedarnos esta noche en vela para ver quiénes son los que nos ayudan de esta manera.
El marido aceptó; dejaron una luz encendida y se escondieron en un armario, detrás de los vestidos que había colgado en él, y aguardaron para ver qué iba a suceder. Cuando dieron las 12:00 de la noche, entraron en el cuarto dos lindos enanitos casi desnudos, se pusieron en la mesa del zapatero, tomaron con sus pequeñas manos el cuero cortado, comenzaron a trabajar con tanta ligereza y destreza que era cosa que no había más que ver. Trabajaron casi sin cesar hasta que estuvo concluido el trabajo y desaparecieron.
Al día siguiente le dijo la mujer.
-Esos enanitos nos han enriquecido; es necesario manifestarnos reconocidos con ellos. Deben de estar muertos de frío porque andan casi desnudo, sin nada con que cubrirse ¿no te parece que haga a cada uno una camisa, casaca, chaleco y pantalones, y además un par de medias? Hazle tú también a cada uno un par de zapatos.
El marido estuvo de acuerdo y, por la noche, cuando todo estuvo concluido, colocaron sobre la mesa estos regalos en vez del cuero cortado y se ocultaron otra vez para ver cómo los tomaban los enanos. Iban a ponerse a trabajar al dar las 12, cuando en vez de cuero encontraron sobre la mesa los lindos trajes. En un principio manifestaron su asombro, a lo que bien pronto siguió gran alegría; se pusieron inmediatamente los trajes y empezaron a cantar.
Después empezaron a saltar y a bailar sobre la silla y los bancos y, por último, se marcharon bailando.
Desde aquel momento no se les volvió a ver más, pero el zapatero continuó siendo feliz el resto de su vida y todo lo que emprendía le salía bien.
Tomado de: Cuentos escogidos de los Hermanos Grimm
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