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Lupe Victoria Yolí Raymond (Cuba, 1936 - USA, 1992)
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Mi amor por la Lupe
Autor: Gilberto Aranguren Peraza
"no hay, en la vida, otro amor
Como mi amor"
Qué te Pedí
Interpretada por La Lupe
Compositores:
Gabriel Luna De La Fuente y Fernando López Mulens
Estando ya dormido, siendo niño, tal vez ocho o diez años
de edad, mi hermano me llamaba a cualquier hora de la noche para que lo
acompañara a ver, nada más y nada menos, que la Lucha Libre Americana, a Tom
Jones o a la Lupe en el televisor. Eran las únicas condiciones que yo aceptaba
para que osaran despertarme. Ellos sabían que me fascinaba el show de la Lucha
Libre Americana, la frescura de la voz de Tom Jones y el terremoto musical de
la Lupe. Los disfrutaba a plenitud.
La Lupe fue, creo yo, la primera mujer que amé sin
condiciones. Me fascinaba verla quitarse los zapatos y lanzarlo a cualquier
lugar del escenario, sin descartar que en algunas oportunidades lo lanzara cual
ladrillo de la gata loca al público en la búsqueda de algún Ignacio inventado. Por
ahí, se dice que un día se lo lanzó a un baterista, por supuesto sin darse
cuenta, rompiendo, con el trancazo del zapato, porque dicho sea de paso hacía
uso de los proclamados zuecos los cuales tenían una plataforma bien gruesa de
madera, el bendito instrumento.
Recuerdo que me emocionaba ver y oír cantar a aquella
terrible mujer. Una mujer que no se la desearía a ningún hombre, por todo lo
voraz, temible y telúrica que se mostraba aquella y qué frágil señora. Era la
fascinación de la deidad, el arquetipo de la barbarie hecha mujer. Era algo
totalmente diferente para la época donde a la mujer se le imponía guardar ciertos
patrones de conducta. Ver aquella temible mujer delante del micrófono cantando,
una de las más grande obras maestra de la música, como lo ha sido “Que te
pedí”, me hacía sentir una persona realizada. Yo me sentía satisfecho por solo
verla cantar esa joya musical, en su voz que estremecía y dejaba con la boca
abierta a todos los que estábamos en la sala.
También recuerdo que mis hermanos comenzaban hacer apuestas
para ver cuál era la primera prenda que se quitaba. Un día la vimos quitarse una chaqueta y lanzarla al público, y luego
una blusa frágil hasta quedar en una breve camiseta, mi mamá dijo con asombro
que la Lupe estaba loca de remate, pero a mi padre y a mis hermanos les parecía
fantástico la propuesta de aquel cuerpo delgado, sudoroso y arrebatado por un
sinnúmero de emociones dado por los gritos de sus fanáticos.
Una de las cosas más impactantes de la Lupe, y que me
generaba una gran fascinación era el dramatismo con que interpretaba sus piezas
musicales. Me encantaba verla y escucharla cantar "Cualquiera",
"Adiós", "La Tirana", "Puro Teatro", y cuando
cantaba "Si vuelves tú" veía a mi hermana imitarla con el mismo
frenesí con que ella gritaba en el escenario, señalando a cualquier persona del
público imaginario.
Pasado los años la vi cantando con Tito Puente y la
sentí agotada, no con la misma voz redonda y clara que poseía, sino con una
famélica voz que intentaba, entre cada secada de labios, sacar una voz perdida,
era un esfuerzo enorme que hacía ese espíritu abandonado. Quería yo en ese
momento el quejido, el sublime quejido que la acompañó toda su vida, pero no,
aquello fue un soplo sordo y apretujado con el viento. A mí me desesperaba
verla así, porque uno sufre por lo que y con los que ama, y sabiendo que no me
escuchaba, porque estaba sumergida en la TV, grité apasionadamente: ¡Te amo Yiyiyi, te amo!