Consolación de Edvard Munch (Noruega, 1863 - 1944) |
Gilberto Aranguren Peraza
Un grito sagrado
Transitaba yo solitario por encima de
lápidas desvalijadoras de rostros. Poseía los
pies acalambrados y llevaba entre escombros
las estatuas dejadas sobre las cenizas
todo estaba tatuado de árboles acechando la deshonra
mientras las aceras dominaban
la oscuridad.
Observaba las trampas deshojadas con furia y valentía.
Y veía cómo tus mentiras abrían la puerta.
Con facilidad me inducías a la fiesta, mientras
recogía en pliegues una serie de miradas
dejadas por tus ojos
de almendros.
Y un grito sagrado asombraba a los perros,
mientras entretenidos jugábamos con los lápices.
Éramos bestias convertidas en mascotas
yo me lavaba siempre la cara, porque era necesario
quitarme de encima el sudor
de quien como amo de avenidas
de tierra
y sangre
decidía sostener la tarde.
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