Autor: Gilberto Aranguren Peraza
¿Cuándo vendrás
a capturar el sencillo marco del poema?
¿A ver por el
orificio la calamidad de estos años a oscuras?
No sabes el
precio y el destino de los cuerpos.
Envíame las
señales a eso de las dos de la tarde
antes del
ocaso
ellas tienen menos
años de lo aparentado
y esta
aventura es un recodo de duelos.
Las palabras
no resultan de los inventos.
Vaya arbitrariedad.
No se usan
para olvidar
si no para las
cotidianas costumbre de amar.
Terminan siendo
lo anterior a este parto difícil de la escritura.
Porque el poeta
es el menos parecido a la imagen del hombre
sencillamente
puede charlar con Dios
y en su casa, se
convierte en amuleto sagrado.
La vida queda
por ser sólo un breve sueño
donde
imaginamos desde una ventana al velero buscando puerto
ahí se oye el
murmullo de los marineros olvidados por este infierno.
Pero la
soledad
cuando abre la
tierra canta sin detenerse
y surge el
alegre motivo consolador de saber pisar
el mismo suelo
por donde viaja el miedo
porque vivir
en la tierra no calma las almas.
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