Contra la guerra (Violeta Parra, 1917 - 1967)
Gilberto Aranguren Peraza
Guerra
Vestidos de alambres cocíamos el porvenir
y los ancianos arrojaban frutas y verduras
hasta nuestros pies. Mi padre llenaba las mochilas
y éstas se convertían en una sorpresa
con olores a pescado y a cigarrillos. Fumaba mucho
y cruzaba las aceras con un cigarro en la boca,
mientras hacía huellas con las cenizas.
Yo guardaba silencio y lo veía en las mañanas
convertido
en amianto, mientras miraba el reloj
en
la muñeca izquierda.
Él no acostumbraba a tejer las horas. Se
la pasaba
pescando dientes de ajo en el mercado de San
Martín.
Una vez se disfrazó de coronel y las mujeres
corrían por los pasillos para verlo, pero él se
moría
en la guerra. En una batalla jamás ganada
mientras ardía la ciudad entera en la sala de la
casa.
No
lo pude ver llorando de dolor sobre la roca
de
la camilla, en la tarde del 5 de mayo del año
de
Nuestro Señor. Su aflicción fue tan ingrata,
prefirió
morir antes de internarse nuevamente en la guerra.
Lo
vi montado en una tumba helada en un monasterio
mortuorio
frío y silencioso tal como son los muertos.
Sus
ojos estaban coloreados de un cobalto hostil
en
un cuerpo de negro. Recuerdo la flor cuando comenzó
a
crecer en el mismo lugar de su sepultura, por ahí,
dicen
mis primas, se escapó su espíritu para refugiarse
en
la anchura de nuestras memorias.
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