Autor: Gilberto Aranguren Peraza
En esta
esquina las tertulias esgrimen los besos
se
recogen, suavizan y caminan descalzas
en la
sala donde los gallos cantan al mediodía
cuando las
vírgenes miden ansiosas el tamaño
de su
clítoris después de ver a los chicos
a través de
las cortinas de amianto.
Por no
dejar, los perros ladran desesperados
porque nunca
entendieron a la luna
de las
cuatro de la tarde cuando los jóvenes
sentados en
la grama se masturbaban
viéndolas
a ellas gritar desde los balcones
y los
pericos rebosados de alegría brotan
con la
lluvia escondida en la fuente de polvo
de estos pasajeros
del mes de junio.
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