Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Pandora

 


María Magdalena en el desierto de José de Ribera (España, 1591- Italia, 1652)


Gilberto Aranguren Peraza 


Pandora 

 

 

En la boca del orificio, junto a la pared

donde la luz se pierde y nadie entiende

el por qué se mueren los días aturdidos

de tanto calor

 

aparecen recuerdos efímeros de mis escritos

al borde del cuaderno repleto de viejos versos.

 

Fueron añadidos durante la llegada de la mañana,

cuando mi madre seguía dobladita en una página

mirando por el agujero

 

cual curiosa no se cansaba de ver.

Sus ojos se clavaban en la última palabra

escrita al final de la hoja la cual hablaba

de los odios y entuertos dejados

por el enfrentamiento acaecido en la tarde anterior. 

 

Yo me olvidaba de los secretos y dolores 

y me escondía en el escaparate verde, donde ella

guardaba sus oraciones y escapularios

metidos en cajas de zapatos ya viejos y pasados de moda. 

 

Nadie entendía por qué rezaba tanto. Nuestros oídos

zumbados de insectos marcaban el ritmo

de un único mantra 

pausado y austero cuando comenzaba su tártara

de oraciones. 

 

Llegaban a mis oídos como enjambres.

En las medianoches de los largos veranos donde la brisa

con sabor a remolacha hacía brincar a los saltamontes

por encima de las cobijas cuando dormíamos.

 

Mi madre ponía una cara de inocente. Pero todos sabíamos

del peligro cuando aparecía en la sala con ese rostro.

 

Entonces por las rendijas dejadas entre una madera y otra

entraba el frío y ella con su silencio de puma entraba

a nuestro espacio para colocarnos encima aquella gruesa cobija

de color marrón. 

 

Y nos convertía en unos pobres inocentes de la noche.

 

Podíamos ver cómo se enfrentaba a la tarde

cual fiera de selva. Gobernaba la sabana con sus dientes

aquellos dados a ser testigos de sus cigarrillos

 

mientras pisaba los escorpiones aparecidos en el patio

y bailaba con el ruido de las predicciones de la calle.

 

Todo era un silencio de moscas y miedos.

 

Ella solo abría su baúl.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza


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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”