Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

martes, 12 de diciembre de 2023

La mano

 


Interludio de Raquel Forner (Argentina, 1902 - 1988)

Gilberto Aranguren Peraza


La mano

 

 

Diluyo mi cuerpo en la imagen

Y la esperanza volcó

la mano hacia la derecha

Ahí estoy yo

Esperando que las luces despierten

Para irme directo al infinito

 

Se apagaron poco a poco imitando al sol cuando se despide  

y un joven entretenido entendía al instante

subrayando la fragancia, entusiasmando a la mano

 

se conducía sin control, por la frágil monarquía

escondida entre las piernas. Aquella, ni se inmutaba

por el simple ejercicio del querer. El silencio: único y sincero,

 

alumbraba grandemente los rostros, mientras la mano

continuaba el rumbo calmado, pero con desespero. Una callada

mirada entre la oscuridad y la sombra de unos dedos,

 

deambulaba por la carretera de la vida y entera subía y bajaba

con roces suaves y cariñosos encima de la tela. Calculaba

los pasos de los dedos, iniciando la diversión de aquella

osadía infantil.

 

No era fácil, en medio de la oscuridad favorecer

el íntimo estímulo. Los dedos tendían el recorrido por

el brazo

cercano y tomaba las manos abiertas,

 

se encontraban para entrelazarse y afianzar el descanso.

 

La mujer, con breve sutileza, abría la cremallera

e imaginándose la suavidad entrando, perfectamente,

por el orificio.

 

El pantalón, como obstáculo, se convertía en la masa flexible

y elástica, dejando pasar entre sus fibras una sombra

inusitada y atrevida. La mano descubrió el pasadizo secreto

 

y se encabritó hasta llegar a la puerta. Dispuesta

a iniciar la entrada. Todos los cuerpos se endurecieron,

la mirada fija en la mano y un largo aliento

dejaba la sensación convertirse frágilmente, en un éxtasis único,

 

el ritmo era seguro. Una gota de sudor corría por la frente

del joven mientras la mujer se despertaba con temor

 

sólo podía ser calmado con un final explosivo. Y el alma,

el alma del joven se escondió en su mano

y por el agujero entraba ella besando la boca,

y los ojos impregnados de luz caían suavemente

 

ante el dominio de la fuerza. La mujer caía,

su cuerpo blando se enfurecía y el murmullo se levantaba,

mientras las luces despertaban el conjunto.

 

Un sin fin de reconocimientos subían por entre los ojos

y los pocos espectadores se levantaban de sus asientos,

mientras una pequeña puerta daba a la calle lateral.

 

Como siempre, ella se levantaba extasiada y descansada:

La mano que mece la cuna” le había dado esa tarde

una tremenda lección: no invites a desconocidos a tu casa.


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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”