Autor: Gilberto Aranguren Peraza
Los templados roces
huelen a pan
con café recién
hecho
desnudos los
relojes
abren una sonrisa
a las dos de la
madrugada
despiertos y confundidos
los labios de
barro
prenden el mordisco
tembloroso e
inquieto
en los cabellos desbocados
queda la espalda
ahogada como el
tiempo
acoplada con las
lluvias
el camino como
brasa pasea
en los cuerpos
por donde
los olores huyen
como ciudades
irreales
temerosas de la presencia
del otoño.
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