El barquero de Carlo Carrà (Italia, 1881 - 1966) |
Gilberto Aranguren Peraza
Dejamos de ser niños
e intentamos ser adultos cuando apenas
llegamos a la vejez
El sol del mediodía es tan intenso como este intento
por no dejar de ser jóvenes. La idea
de llegar a la vejez es aburrida. Da temor
pensar en ella como una suerte
Así pasamos el día entero paseando
frente al mar
haciéndonos más pequeños cuando nos asaltan
las preocupaciones
Cuando éramos más jóvenes vivíamos
de forma extraña ahora nada
es extraño. Queremos lo ansiado
a veces monstruoso
pero nada ocurre con ello
El mundo construido
es más severo y frágil
Sentados en el parque miramos
la línea divisoria
y la soledad aparece en nuestras almas
Rompemos el silencio
y destrozamos el jarrón valioso de la sala
intentamos armarlo y pegarlo
con la sustancia dejada
por la vida no ficticia
dos chiquillos bajo un cielo completamente limpio
en una tarde desesperada, sentados en la hierba
dejan sus rastros después de levantarse
No se tocan, andan cercanos
uno al otro. Caminan muy pegados
sin tocarse. Él lleva una bolsa de tela
en sus manos, ella un teléfono con el cual toma
una, dos, tres, cuatro fotografías del joven
él sonríe al escuchar de ella una súplica
para detenerse y tomar la instantánea. El resto
es apenas un sinfín de miradas hasta desaparecerse
cada uno en los ojos del otro
luego los miramos como bajan y suben la cuesta
mientras el mar sigue su agitado movimiento
Los dos saben con precisión el motivo
de uno para con el otro. Nunca lo comentan
Se temen. Muchas especies se temen a sí misma
el miedo es parte del cortejo
Ella para protegerse se coloca una manta
sobre sus hombros. Él saca un suéter de la bolsa
y se abriga. Sonríen. Dejan el parque y caminan
por la orilla. Nosotros sin decir nada
sonreímos y nos hacemos cómplices
mientras olvidamos el crepúsculo
difícil es ver las almas sumergirse
en lo profundo del océano
las nuestras ya están sumergidas.
copyrigth©gilbertoarangurenperaza
No hay comentarios:
Publicar un comentario