Autor: Gilberto Aranguren Peraza
“(…) ya habrán mezclado sus sangres y
serán como dos cántaros vacíos,
como dos arroyos secos”
Federico García Lorca
Bodas de Sangre
El espejo abre su boca
y vacía las letras de polvo
mira cómo
llevo a cuesta el cántaro
deslizador
de las sombras
cuando la noche asoma sus partículas
y los muertos
huyen con los cuerpos ardiendo
contagiados
para regresar al ángulo
donde se alcanzan los placeres.
Al fin el perfume
brisa en las rodillas
confundiendo
en su dominio
descubre los rayos bajando entre
las piernas
los ojos asombrados
recorriendo los orígenes del
ombligo
más abajo se escucha
un grito aseador
son las penumbras
el instante con las espinas
hurgando
las huellas calzadas
la demasiada calma
en la soledad de llovizna
la nostalgia acechando
dormida en las esquinas
habituales
es el cuerpo
sin demora se hunde la piel de los
cabellos
las sonrisas de este niño
fija el trayecto en la palma de
la mano
toma el llanto en el vaso
y abre el libro de la luna
las horas plomizas
surgen con el otoño en las historias.
Todo parece convertirse en pecado
las iras surgen como lazos
deciduos
como muñecos de miradas
moribundas
especuladas
estanciadas
con sus cajas añusgadas
sosteniendo lo imposible.
¡Tú
Yo!
Estamos bajo el imperio de los
miembros reposados
sin calcular
recogiendo nuestras infancias
en estos cuerpos descifradores de
las heridas.
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