Polvillo de luz solar de Vilhelm Hammershoi (Dinamarca, 1816 - 1924) |
Gilberto Aranguren Peraza
Las puertas del Universo
Nos sentábamos a beber agua en el cántaro
de barro
mientras veíamos cómo la neblina
cubría las piedras convertidas en bolsas gigantes
repletas de arroz.
Siempre hablamos de tu obsesión
por guardar el alma de Dios en un saco, y hacías
una fiesta cuando yo te seguía el juego y te decía
mete sus narices en un ánfora porque a él no le importan
los fantasmas.
Éramos jóvenes de pañuelos amarillos
en los bolsillos traseros del pantalón. Enrollábamos
las lenguas para no caer en las tentaciones y preferíamos
limpiarnos con el agua del camino.
En nuestras familias
utilizaban el miedo y lo nombraban como dioses
infectando con su fiebre el mundo a nuestra cuesta.
En nuestra pobreza. Tan pobres, pero tan pobres
escondíamos nuestras fantasías en las gavetas
de los armarios y desde las ventanas nos veíamos
mutuamente
desmayar
y reíamos acostados en la grama viendo
hacia el cielo, porque desde ahí veíamos las puertas
del Universo. Al final, terminábamos sonriendo
y corríamos tomados de las manos a ocultarnos
detrás de las paredes.
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