Autor: Gilberto Aranguren Peraza
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Lamento de Orfeo de Alexander Seon (1896) |
“Todos
ustedes que pasan por el camino
miren
y observen
si
hay dolor semejante
al
que me atormenta”
Lamentaciones 1, 12
¿Sirve
pensar desde el rincón
cómo
el avión traspasa sin dolor la barrera
del
sonido?
Las
estrellas brillan con fuerza
en el firmamento
sus
luces como velas derretidas
incendian
las noches
deduciendo
cada olor dormido del día.
Cuando
niño quedaba impregnado de tanto cielo
era
un recado del alma su inmensidad
los
cascos de limón traídos por mi madre
aromaban
con dulzura la energía
de
un mundo desconocido.
Sonreíamos
cuando hablaban del dos mil
sentíamos
susto
nos
aterrorizaban las profecías de Nostradamus
las
herencias de Los Mayas
el
22 de diciembre
víspera
de Navidad
los
bosques calcinados
los
pueblos destruidos por el avance
del
meteorito surgido de la nada
o
por el planeta nunca visto en el sistema.
¡Ahí está! – Decía el profeta –
Se acercará a la Tierra.
Nos
abrazará
como
Melancolía
en
el film de Lar von Trier.
Cuenta
nos damos del apocalipsis
en
los corazones
la
bomba atómica
en
las células
los
genes dañados por cientos
de
crueles generaciones.
De
las palabras
los
golpes.
De
las lluvias radioactivas
caídas
después de un discurso presidencial
la
infección en la piel
porque
derramaron tubos
de
Plutonio cerca de los ánimos
dejando
achicharradas las ganas
y
a los mares repletos de cenizas.
De
nada sirvieron los Sueños de Kurosawa
en
cines
llenos
de humos
y silencio.
De
nada ha servido el edificio de las Naciones Unidas
pegado
al suelo como hueso
sus
tendones y cartílagos
esperan
el zumbido
de la bomba H.
De
mi cerebro
brota
el hongo superfluo
de
la atroz dinastía
ahora
y después de la plasta
colocada
por el perro del vecino en mi puerta.
O
cuando escucho a un Director de escuela
justificar
a los militares en el poder
o
cuando miro el viejo rostro
desahuciado
con bolsitas en sus manos
tres productos
y
una alegría de elefante.
O
cuando aplauden al hombre
quien
despojó de los sentidos
los
hogares y empresas de otros.
Verán
como los despojan
de
lo alcanzado por chantaje.
Mis
pies se hunden
en
un hoyo tan profundo
donde
se reúnen los adioses de este siglo.
Lo
convierten en demonio
en
un ser prostituido con válvulas de escape.
Estos
diablos no conocen el mal
son
los más peligrosos
sus
almas prendidas
están
en los altares del Señor.
Un
día los buenos y los malos
esperarán
pacientes
la
tranquilidad
y
el amor del otro
colocado
en la mesa
parecerá
un raro sueño.
Y
con ello el tiempo
se reduce
a
una conciencia aguda.