Autor: Gilberto Aranguren Peraza
la gresca ciudad de mi cuerpo
mientras los órganos penetran
temblorosos la mitad del otoño.
A tiempo la noche desnuda
en el lecho destemplado del reloj
mueve sus labios de barro extraviado
con las sábanas doblegadas de carne.
Y la callada herida y los delirios
seducidos y lubricados
salvan del desabrigo
las lomas dormidas en los labios.
Mientras fluye la savia
y la confusión se hace día
con las lóbregas razones entre los ojos
de lluvia inquieta de brasas.
Más adelante los olores sementinos
blanca de la sonrisa morena
sucumben al ímpetu
de la roca en júbilo.
Con el despertar
el hielo se pasea por los pies
limpiando el lecho con esta abertura
larga y de bondad de acequia.
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