El poeta pobre de Carl Spitzweg (Alemania, 1808 - 1885) |
Autor: Gilberto Aranguren Peraza
El amor es simple
y las simple cosas las devora
el tiempo
Armando Tejada
Esta peste alcohólica
ambientada a menta y
azafrán, se entusiasma
con el breve sol
asomado entre las cortinas
y la mañana se va alejando
con las simples cosas
dejadas en la mesa.
La conversa llega y
con ella la llamada telefónica
encima el frío convertido
en un cuello grueso
y de lana.
Con precisión se ven las costuras, mientras algo
sale volando por la ventana
preparo la chaqueta, y la casa
llena de papeles
se convierte en una telaraña
con una tibia sala y
el aroma a té
aun seguimos en este encierro
y las simples cosas se asoman
con sus voces y las ausencias.
Desde un rincón el perro de trapo
con ojos de sapo y cuerpo de dragón
pasea su mirada por el pasillo
convirtiéndose en el único invitado
a esta fiesta de muecas y miradas.
Más allá, a un costado del baño
la habitación de la ternura
con hojas en el suelo
y una rendija con vista a la plaza
donde juegan los perros, también
con las simples cosas.
El sol como fantasma de las diez
aparece acurrucado entre los árboles
se asoma con un sombrero
y una nariz de águila
mientras la brisa con un frustrado olor a
polo
se acerca y entumece el mediodía.
Todo pareciera estar escrito en las hojas de té
con letras de barro y silencio
todo esto está hecho a la medida
del encierro
colmado con una tibieza larga
y con una cabellera
perdida en la neblina.
Un gato se sube al balcón
juega al escondido
con su sombra
los perros han dejado de jugar
con sus colas
cual levantadas
hacían dextrógiros
hacia el infinito
y la araña en su aparición
sale del dragón
apostado en la sala
mirando hacia la cocina
todo esto es el itinerario
de las simples cosas.
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