Autor: Gilberto Aranguren Peraza
“Los
escribí y debo enseñárselos a todos
porque
no puedo hacer lo contrario,
como
la flor no puede esconder el color,
ni
el río ocultar que corre,
ni
el árbol ocultar que da fruto.”
Fernando
Pessoa
De:
El guardador de rebaños (30)
El poema en mi boca cae
como semilla de fruto desconocido
otra boca escondida
en los sonidos ancestrales
convierte en demonio a los seres
despiertos en el lecho.
La noche acariciadora de las
intenciones
hace reposar la sombra
del hombre transparente
pues, en la puerta cantan
al mediodía y a la medianoche
los soplos escondidos del cuerpo
sus ojos abiertos de profundo grito
es hierba perfumada
seducida por efímeras noticias
porque los secretos invaden
la imagen dejada a la intemperie
y la tarde de laberintos
rodeada de plumas de muerte
arroja sin piedad
por las escaleras
la llegada del futuro
en cambio el tiempo
fidelidad de la palabra
atrapa a la piel con sus verbos
y en silencio jura
los versos escritos
como carreteras largas
sin miedo a las ráfagas de madre
dejadas en la perpetua brevedad.
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