Fotografía

Fotografía: Marisol Zurita Aguilera. Isla de Chiloé. Chile.

martes, 8 de febrero de 2022

El atardecer

  El atardecer 

Autor: Gilberto Aranguren Peraza  


El sembrador al atardecer Vincent Van Gogh (Países Bajos, 1853 - Francia, 1900)

 

Los techos con sus extrañas geografías dormían ante el sol de las tres, quien moreteaba las pieles exaltadas por la precoz algarabía. Un tenue silbido de las horas y la calle, en sus manos, se convertía en un juguete, con carros imaginarios, metas de las carreras y rayados de las metras, mientras el viento se asomaba transformado en el aliado perfecto para el papagayo, dejando el amarillo volar enredado en serie mientras los patios empezaban a auspiciar el significado de las caídas. Las casas dejaban que las soledades caminaran por sus rincones: los temblores de piedra esperaban con ansia la oscuridad. Así, la tarde se movía entre las ganas y los inventos, entre las risas y los cantos, con el papagayo en el cielo. Ondeaba la diversidad como pájaro entumecido, por un rato se escondían, por otro aparecían deslumbrando los rostros conmovidos. Daban ganas de desatarlos, dejarlos volar sin comprensión hasta verlos caer y correr apresurado hasta el cable o hasta el techo donde posados esperaba su rescate. Así pasaba el tiempo pendiente de la noche, con crepúsculos advertía que los juegos estaban en su final y la barriada despedía un aire de cansada, con una mirada que sólo ellos sabían descifrar. La costumbre era reunirse con desespero y alegría, a veces eran diez, a veces eran ocho, mucha veces eran veinte. Ella actuaba como madre recibiéndolos bajo su sombra; algunos abandonaban a sus novias por instantes para encontrarse con los amigos y entre juegos se saludaban y se despedían. Los otros, en medio de sus envidias, hacían surgir sus pícaras risas que hablaban del despertar y de las apresuradas ganas de experimentar. Detenidos en los rincones algunos observaban a las jóvenes pasear por las aceras, sus miradas temblorosas encontraban un motivo para ser feliz donde cada uno contaba su locura sin la amable vergüenza de sus acciones.

 

copyrigth©gilbertoarangurenperaza

 

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LOS RUIDOS DE LA CASA es una mirada íntima de los sonidos detectados por el espíritu como residencia suprema de los sentidos, en especial del sentido auditivo, el cual se afina para escuchar los sonidos que están dentro y que asoman el vínculo entre lo estético y la intangibilidad del alma. Las imágenes estremecidas por los ruidos se manifiestan y se van haciendo parte del cuerpo consolidando y convirtiendo la casa estremecida con los sonidos de Dios, en un canto donde el amor deja al dedo enredado en los hilos del mantel. Las imágenes del ruido, la casa, los fantasmas, la cama, la puerta, son un todo, son uno en la vida del espíritu del autor. “En mi casa hay miles de jarrones un perro llorón por las noches una sonrisa pegada en la pared izquierda una almohada en el salón de nieve y un cuarto de estrellas lleno de grillos.”