Fascinada la tarde deja prendida
a la mujer de franela azul
una acequia descubre el caminar
inmaculado
los senos al aire
y el fresco del rocío.
Leve color de medianoche
bordea las sombras con los silencios
de este alegre cuerpo
acurrucado en el frío
deslizado en las camas de gritos.
¿Dónde está la sorpresa
despierta y enramada
con la brisa de migajas
en plena luna?
Cansadas y atolondradas
las venas de agua
como copla frágil
conduce la calma de aquella figura
después de haber luchado
durante largas horas
con otra piel.
Ella se sienta en las raíces
empuña el sur
con sus labios obligados a la incertidumbre
de la torre despedida de la noche
con el deseo
de ser capaz de aguantar
el placer infinito de los dioses.
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