Autor: Gilberto Aranguren Peraza
las breves palabras arrimadas
a esa casa de palmas
donde cosecharon las cáscaras del infierno
los desprovistos de bocas
y los seres sin plumas
(ellos viven sentaditos en las alcobas
sorprendidos de avenidas)
ahí yacen anclados la naturaleza y el tiempo
con su espacio roto por el diálogo
en una dramática opresión introducida
en el presente donde saltan los sapos.
Entonces te preguntas
¿Quién se sienta en mi mesa de guerra?
Ese es mi hermano de sangre y leche
sus manos agradecidas
cultivaron el valle dilatado por los fantasmas
sus risas salvajes son alfombras
colocadas en el rostro del enemigo
sus ojos de trampas
no perdonaron jamás
la presencia triste de los grillos.
Fue entonces cuando dudó plantar las mentiras
en un mudo jardín
para dejar a la muerte fija en el árbol
haciéndose víctima de la caída
con miseria de agua
hundida y desgranada
en el reino de su cruz.
Con lágrimas en los ojos
la gente
esperó su ausencia
convertida en gestos.
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