Autor: Gilberto Aranguren Peraza
Adornadas de sílabas
visten de punta a punta
la vasta llanura de basura
y fragancias
grandes inundaciones
lonjas eternas de rojos
y verdes
por cada lugar de occidente.
La llegada estrafalaria
del viejo gordo
libremente anticuado
montado en el trineo
movido por locos renos
olorosos a montes
a cuentos fantásticos
de sombras cruzando el Ávila.
Como si algo hubiesen perdido
se asoman junticos
por las rendijas de los escaparates
hediondos a cigarros y a ruidos
invisibles e inventados
de juguetes dejados en la imaginación
de la TV.
¡Qué bueno, llegó a Caracas!
de seguro alumbrará con su rojo flux
las plazas y avenidas
y las luces coloreadas con las lenguas
del Guaire
confundiendo las promesas tiranas
sacadas de la montaña.
La ciudad prostituida
moja de falsa alegría
los rostros pobre
de manipulada tristeza
toda ella
impregna de barro la propaganda
arruinada por la carestía
y los juramentos reiterados
para el año venidero.
Todo es una fábula
cubierta de fantasmas audaces
desandadas por simples marionetas.
No deja de sorprender las largas
colas
por un pedazo de cochino traído de otros
mundos
todos iguales en sus filas indias al puerco
sacrificado
con marcas en los brazos
¿quién irá primero al matadero?
sus rostros de canto y abandono
nos hablan de su paseo por las bateas
y afligidos regresan riéndose
como si no le hubieran dolido.
Antes del nacimiento,
la tragedia de las hojas,
guisos y masas anaranjadas
embadurnan las cocinas
y surgen las descarnadas fiestas
solidarias
típicas de Saturno
desprovistas de rencor
dejadas por el año
y por los tumultos alegóricos de la ironía.
Y por si fuese poco
surgen como por arte de magia
los compromisos olvidados
en la borrachera del primero de enero
tal cual película de navidad pasada de
moda
y transmitida en Semana Santa.
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